Entre futuros inciertos, entre euforias ganadoras y tristezas con sabor a derrota sucedió esta historia.
Llegué a la esquina, miré al semáforo y, casi por inercia, a los autos, por las dudas alguno pasara en rojo. Ahí fue que lo vi, lo iba a saludar, pero él, el vendedor de la pañalera al que le compro todos los sábados, estaba demasiado pendiente de algo, que yo desde el frente, no alcanzaba a ver.