Tres amigas suben al escenario del Teatro Columbia, para que el espectador sea cómplice o testigo.
Tres minas. Que se conocen de toda la vida, desde la infancia. Habitualmente se juntan para cenar y ponerse al día con las novedades. Y esta parece ser una más de tantas veces. Pero no. Empiezan la noche, tal vez, como siempre. Cambian confidencias, puntos de opinión sobre esto o aquello, los hijos, los hombres. La política también. Beben, se ríen, se hacen bromas.
La noche va corriendo, las confesiones se hacen profundas, no tanto por lo que han bebido sino por el deseo de ser mejor comprendidas a una edad en que ya no se puede perder el tiempo en posturas y medias vueltas. Se comprenden porque se quieren y desean ayudarse. A veces las cosas no resultan como se espera.