28
Dom, Abr

No estés atrapada. ¡Liberate de la culpa!

Typography

Es muy común que fácilmente se confunda el sentimiento de culpa, con el de responsabilidad. Podemos llegar a decir que una persona es más o menos responsable, en relación a su grado de preocupación o de desesperación, justificando que se preocupa o desespera mucho porque es muy comprometida. Es aquí donde quedamos atrapadas y, algunas veces, sentimos que no hay salida.

Separando un poco estos términos podemos ver que la culpa está ligada a aquello que está en falta, a lo vergonzoso, a lo no esperable, a lo no correcto ética y moralmente. Si nos detenemos en el significado de responsabilidad, se lo relaciona con hacerse cargo, con el compromiso asumido, con estar presente ante la situación que así lo requiera, a no evadirse.

Entre estos dos conceptos parecería haber un hilo muy delgado. Ese hilo que puede enlazar algunos aspectos y otros, manipulando el sentir de la persona en su perjuicio.

Se podría decir que en ese enlace fino, se encuentran una serie de creencias y mandatos familiares, culturales y sociales, que muchas veces nos llevan a obrar de manera que damos respuesta en relación y, de la forma en que “creemos que se espera de nosotros”.

Sucede que estos mandatos se encuentran tan impregnados a la personalidad que su identificación, su aceptación y el trabajo de desprendimiento, suele ser muchas veces intenso y requerir de un significativo esfuerzo. Pero esto no significa que es imposible.

Las propias creencias y mandatos son construcciones conceptuales que vamos formando desde la niñez en edades muy tempranas. “El portate bien y se buenito”, llevan muchas veces implícito, ciertos mensajes que se encuentran como por debajo del anterior. El “ser bueno “, trae consigo el no poder decir que no a lo que no se quiere o se desea, como tampoco tiene lugar el no poder decir: “no puedo, no lo sé o  esto a mi no me corresponde”. Como si todo esto fuese poco, quienes brindan tempranamente a los niños estos mensajes, la mayoría de las veces son los adultos más significativos para ellos. Sienten que sus padres, sus maestros, sus tíos o abuelos, no pueden ser defraudados ante sus requerimientos, porque si los defraudan perderían su amor. Entonces sobre viene “la sumisión”. 

En estos círculos de comunicación y vínculos se encuentran enraizadas muchas conflictivas que llevamos a lo largo de la vida. Una y otra vez se nos presentan en distintas situaciones en donde de manera más o menos consciente, sentimos que debemos dar respuestas que no deseamos, no queremos y en muchos casos sentimos que no podemos y, sin embargo, nuestro límite o nuestro “no”, no aparece.

Es oportuno revisar en este punto la responsabilidad.

Ser responsable y actuar de igual forma implica como primera opción y punto de partida, asumirse. Asumir quiénes en verdad somos. Asumir qué podemos, qué no podemos, de qué somos capaces y qué no deberíamos ni siquiera intentar porque de ante mano, desde algún lugar, sabemos que nuestras posibilidades son ínfimas. Pero aún así, responsablemente, también podemos declarar que lo vamos a intentar, que es nuestra intención hacerlo o dar respuesta a lo que se presenta, pero que desconocemos como puede resultar o hasta qué momento resistiremos.

Esta actitud que resulta clara y fácil de expresar, lleva a las personas  necesariamente a ser auténticas consigo mismas. Es posible que en más de una oportunidad se pregunten: “¿Soy mala por esto?”. “¿Tendré la aprobación del resto con lo que diré o con lo que haré?” Y como siempre en esto, la auto-estima tendrá un singular papel.

De acuerdo a la imagen que la persona tenga de sí misma, a como acepta o no su imagen, a su mayor o menor auto-confianza y seguridad, podrá comenzar a resolver de manera más o menos beneficiosa para sí.

Hacer prevalecer el propio beneficio es asegurar que mas allá de comprometerse y conocer el verdadero riesgo que se corre o no, no sorprenderá  lo comprometido, lo dañado o lo errado. Sabiendo que, además, lo asumido fue con plena conciencia y absoluta elección sin un condicionamiento impuesto y no sentido.

Es tan responsable comprometerse con algo que se sabe de antemano que se puede asumir, como asumir que uno no puede. Esto último automáticamente abrirá la puerta de una nueva búsqueda a partir de una realidad que se encuentra ligada a un “no” propio pero que quizás permite el hallazgo de un “sí” que hasta el momento sería potencial y que estaría fuera de nuestro alcance, pero tal vez al alcance de otro u otros.

Cuando se logra plantear con sinceridad las propias limitaciones se deja la oportunidad para compartir y resolver de otra manera. Puede que no sea  de la forma en que se desea o espera, pero es la forma en que se puede y es una resolución o una opción al fin.

Es común quejarnos de lo mismo que producimos. Creamos internamente una imagen errónea de lo que significa ser responsables. Bajo ningún concepto es cumplir con lo que podemos y no podemos. Es comprometernos con lo que sí sabemos que podemos y declarar aquello de lo que no nos sentimos capaces. Responsabilizándonos de lo que somos, más allá de la propia frustración que nos cause de no ser como desearíamos.

La culpa y la desesperación son sentimientos que quizás nos llevan a obrar de manera que los demás vean responsabilidad en nuestras acciones. Pero lo que en verdad estaríamos haciendo es compensar  en nosotros mismos la angustia que nos provocaría el estar fuera de esa misma acción.

La responsabilidad comienza por casa, ahondando en nuestro propio sentir y en nuestro propio conocimiento. Ese será el verdadero camino que nos libere de la opresión de lo que vivimos como culposo innecesariamente.