Estamos viviendo en una sociedad donde las palabras: honestidad, compañerismo, humildad e igualdad corren peligro de extinción. En todos los ámbitos está ocurriendo y en la televisión se ve muchísimo más.
Pero en este mundo duro, poco claro y exitista también conviven personas con buen corazón, y que siguen manteniendo los valores que fueron enseñados por nuestros padres. Estas mujeres son silenciosas, trabajan en la oscuridad – y no desde la oscuridad – para poder acercarse un poco más a la realidad cotidiana, a la gente que vive en la calle, que cada vez es mayor y que mueren de hambre, de frío y de enfermedades. Los olvidados por el gobierno, los desposeídos, esperan que el invierno no sea tan crudo y parta rápidamente porque no les alcanza con un vaso de vino para calentarse, o una taza de mate cocido.