20
Sáb, Abr

¿Gatafloras o madres?

Typography

 ¿Quién las entiende, gatas floras?, es el estribillo de más de un hombre.  La variante radica en que unos los vociferan y otros lo piensan.  Y alguna porción de razón tienen, mal que nos pese reconocerlo. 

Porque, por ejemplo, es tan cierto que una añora tener un bebé, como también es así de cierto que cuando una lo tiene, después se pregunta: ¿y ahora qué hago con un ser dependiente 48 de las 24 horas que tiene el día? Y por eso queremos que crezcan rápido y cuando eso sucede después nos quejamos de cómo el tiempo vuela y que se disfrutan poco las diferentes etapas del bebé.

Gatas floras y todo, no pueden decirnos que no avisamos. Sin embargo, nosotras queríamos que nuestro párvulo crezca y por ley natural de la vida, creció.  Soñamos, en una proyección absolutamente normal que el nene vaya al jardín pero después sufrimos cuando hay que dejarlo y nos vamos de allí con el corazón acongojado. 

Después quisimos que pase a primer grado y el mocoso pasó a primer grado, como era de esperar. Aunque cada vez que lo ayudemos con los deberes escolares, nos compadecemos de la maestra y pensamos, para nuestros adentros, para no dañar la autoestima de nuestro niño: pobre seño!!! ¿Esto tiene que aguantar todos los días???

Siguiendo el orden natural de los sucesos se supone que una finaliza la agonía primaria, pero después llega al secundario y se lleva hasta los recreos y como lo amamos lo aporreamos y vuelta a aprender las lecciones de madre. 

Pero seguimos queriendo que crezca, con arito en la nariz y tatuaje grabado a fuego de su primer amor que durará lo que un suspiro… aunque ese tatoo le quedará toda la vida.

Después se pone de novio con una “chica” veinte años mayor que él, divorciada y con hijos, pero cómo decirle al nene que le conviene otro nuevo amor y no ese, que es joven para cargar con niños que no son suyos.

Pero, y a pesar de todo, una quiere seguir siendo mamá, aunque las lecciones para hacerlo se aprendan todos los días. Aunque nos saquen canas blancas primero y canas verdes hasta la eternidad.

Y, si queremos que siga creciendo, seguramente querríamos un nieto y empezamos a preguntar disimuladamente primero, y con ahínco después, hasta que nos manden al diablo hijo y nuera conjuntamente. Formulando la pregunta de rigor que se le enchufa a toda madre, de  por qué no nos metemos en nuestros asuntos. 

Y cuando por fin tu nuera esté embarazada, trataremos de no atentar la paz del matrimonio, atormentándolos con preguntas. Y evitar, así, el reclamo de ella llamándolo pollerudo a nuestro hijo y a nosotras... brujas, por lo bajo. Nos meteremos nuestra experiencia de embarazo en el bolsillo.

Y aún así no sólo no descansaremos de ser madres,  sino que le sumaremos ser abuela, cuidándonos de nuestros malcríos varios, porque nuestros hijos nos reprocharán que a ellos no les teníamos semejante paciencia, era todo no, los matábamos de entrada y ahora a los nietos se les da todo, se les sonríe por todo sin un rezongo. 

Entonces con nuestras pasiones menos atribuladas, tal vez les explicaremos, con renovada paciencia, que algunas cosas sólo se entienden viviéndolas y que algún día entenderán y sobre todo nos entenderán. 

El ciclo de la vida, se habrá cumplido una vez más, con el “gata florismo ilustrado” incluido y todo.