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Mar, Abr

Madre post vacaciones…sobrevive para contarla

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 Después de ir tachando los días en el almanaque, por suerte llegó el tan esperado momento: se terminaron las vacaciones de invierno!!!

La familia unida es muy linda, pero no me parece que lo sea durante estos 15 días en donde los niños están disfrutando de no hacer nada y nosotras, volviéndonos locas para entretenerlos, cuidarlos y atenderlos.

Durante estas dos semanas, nos olvidamos de nosotras, existimos sólo para nuestras criaturas y, justamente por ello, terminamos exhaustas.

Ahora tengo que pedir un turno con el traumatólogo porque sospecho que además de la paciencia, algo más pudo haber sufrido traumatismos varios porque no es fácil hacer convivir en unos dos ambientes, cómodos pero no tanto, a toda la tropa; de vacaciones, más el perro y el gato.

No vendría mal, también ir a ver a un profesional que me reanime las cuerdas vocales, porque no ahorré en gritos ante la perspectiva de que los más chicos puedan suicidarse de tanto trepar por lugares intrepables. 

En vacaciones a los niños se les multiplica la imaginación y hacen adaptaciones libres por doquier y recorriendo toda la casa. Obviamente confieso que, con la plena conciencia de una paciencia totalmente deshecha, oré para que vuelvan las clases. Es inevitable no hacerlo. Prefiero madrugar, pero que en mi casa haya silencio por algunas horas para poder hacer mis cosas, trabajar, en fin…vivir!!

Volver a la peluquería para taparme las canas verdes que se asomaron en estos días. Y para postre voy a dejar al psicólogo. Que a estas alturas, supongo, ya volvió super relajado de sus merecidas vacaciones, lo suficiente para volver a retomar mi terapia en la parte de establecer con autoridad, amor y paciencia: los límites.

El profesional me da el primer turno de urgencia mientras que me felicita porque volví a sobrevivir, una vez más, a las vacaciones de invierno.