Amigas: los ángeles de nuestras vidas

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 A esta edad madura ya comprendo algunas cosas, y le termino dando la razón a mis padres cuando me decían que las verdaderas amigas se cuentan con los dedos de una mano. Todas ellas merecen un lugar en mi corazón y la oda de un recuerdo.

Mi primera amiga, Claudia, la tuve antes de saber siquiera que amistad se llamaba esa unión con ella. Era la nieta de la vecina de mi mamá. Su patio me parecía siempre más lindo que el de mi casa, y a ella, por su parte, le fascinaba el mío y la hamaca que tenía que me había comprado mi padre. Con ella aprendí los “corto mano, corto fierro”, y el extrañarla cuando no estábamos juntas. Después de nuestras peleas, las cartas, sólo comprensibles por nosotras, lo arreglaban todo otra vez. Nuestras madres y abuelas nos llamaban de un patio al otro, para tomar la merienda o para cenar, interrumpiendo nuestros juegos; siempre, y nosotras, quejándonos, acudíamos a sus llamados.

Recuerdo las amigas del primario, el compartir con ellas los primeros asaltos, el “hacerse” señorita. Y en la secundaria, esa hermosa etapa del primer beso, cumplir los quince, de los vestidos, del vals, de las primeras salidas.

Lamentablemente, con el paso de los años a algunas las dejás de ver, pero gracias a internet pudimos recuperarlas y así festejamos el reencuentro de años que no pudieron vencer el recuerdo, a fuerza de ningún olvido.

Las amigas de la adultez, son un poco madres guías, hermanas que la vida nos da, nos ofrece, son quienes con sólo mirarnos una sabe cómo está la otra, con las que siempre estamos listas para las confesiones, para enjuagar llantos y fabricar risas y sonrisas, para acompañar nuestras alegrías y tristezas, y, por supuesto, las de ellas, en un continuo devenir mutuo.

Con las amigas estamos presente aún hasta en la ausencia física, obviando hasta las distancias. Sorteando y comprendiendo las cosas humanas de ambas partes, la parte oscura de cada una, simplemente tratando de aceptar, en búsqueda de un vínculo que nos hace creer en la vida, crecer, madurar y dejar lo mejor de nosotras cuando partamos.