¡¡¡No toca botón!!!

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 Mientras estaba embarazada, como toda futura parturienta, tuve que escuchar todas las recomendaciones, aseveraciones, afirmaciones, de todas las eruditas que habían parido antes que yo. Entre los primeros aciertos se contaba la advertencia de que si la mujercita había sido un pan de Dios de beba, el más chico iba a ser todo lo contrario. Y fue así, porque si bien no es la personificación del maligno, es tan travieso como mi pobre angelito I, II y III.

Mi varoncito, de todos los sentidos que posee, el más altamente desarrollado y el que más problemas me trae es el del tacto.  El aprende tocando. 

Gatear fue su bienvenida al paraíso y el principio de mis dolores de cabeza que se intensificaron tanto que hoy en día ya son jaqueca constante.

La mesa ratona le propició una serie de chichones que crecían proporcionalmente a la cantidad de llanto que derramó en cada uno. No obstante, obstinado como él solo,  siguió insistiendo y aprendió a esquivarla. 

A pesar de la advertencia de que mi computadora, herramienta de trabajo imprescindible y de estudio, cuando estudia, de la adolescente, no se tocaba, él no podía resistirse. Mientras yo estaba ocupada cocinando, investigó mi computadora hasta que la pobre dijo basta. 

Con lo cual comprobé ipso facto dos cosas: que mi advertencia le entró por un oído y le salió por el otro y que la frase no toca botón, no estaba hecha para él, precisamente. 

Encima todos me dicen: pobrecito, es chiquito, no sabe lo que hace, déjalo, tiene que explorar el mundo.  Claro! Que vivos!! Porque el mundo no es su casa, es la mía.

Además mientras la familia corea ese estribillo, él tiene la habilidad de un actor, a la hora de poner su mejor  cara de pobre desgraciado en problemas.

De acuerdo, de acuerdo, no sabe lo que hace, pero a mí ¿quién, cuernos, me repone mi herramienta de trabajo? 

Otro ítem interesante para mi hijo son los juguetes nuevos y relucientes, pero no para jugar, que es la función que deberían cumplir los juguetes. No. El interés científico de mi hijo es despanzurrarlos, desarmarlos, desarticularlos y ejercer con ellos todo lo que  cuanto verbo incluya el des, por ejemplo desmantelarlos. 

La gata sigue practicando  escapismo con él, no vaya a ser cosa que intente con ella lo mismo que ve haciéndole a sus pertenencias y a las mías y a las de la hermana y a la del abuelo y a la de los amigos y a todo quien ingrese a la cofradía de mi círculo íntimo y pase por mi casa.

Para colmo a mí y a mi hija nos decían la frase de cabecera: se mira y no se toca y santo remedio. Nosotras mirábamos y no tocábamos.  Mi energúmeno parece interpretarla al revés la legendaria frase y todo lo que mira, toca. 

En fin, no rezongarum largum vivirum est, dicen, mientras tanto ocupo mis dedos en emparchar, pegar, soldar todas las consecuencias de sus destrozos para así sublimizo mis ganas de maniatarlo para no obstruir su espíritu investigativo.  A ver si lo traumo también.