La violencia nuestra de cada día

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 Si bien el siglo XX es considerado como el más marcado por la violencia, no es algo nuevo en las sociedades y culturas. Siempre formó parte de la experiencia humana y se ve en el mundo manifestado de diversas formas. 

Se considera a la violencia como una construcción social, no como un fenómeno natural, y es posible actuar para eliminarla de nuestras relaciones personales y sociales. 

Se define a la violencia como un acto intencional, con el fin de dominar, controlar, agredir o lastimar a alguien más. Habitualmente es ejercida por las personas que tienen el poder en una relación, como el padre y/o la madre sobre los/as hijos, los/as jefes sobre los/as empleados, los hombres sobre las mujeres o sobre otros hombres, pero también se puede ejercer sobre objetos, animales o contra una misma. 

La violencia tiene como característica el abuso del poder empleando la fuerza, ya sea física, psicológica, económica o política. Decimos que es un acto intencional, ya que un insulto, un golpe, una mirada o una palabra, para que sean considerados como actos violentos, deben tener la intención consciente o inconsciente de dañar. Generalmente se elige violentar a las personas que tenemos cercanas y que nos une un lazo afectivo. 

Hace tiempo y a diario, padecemos la violencia en forma cotidiana en los distintos ámbitos de nuestra vida. En lo laboral, deportivo, educativo o simplemente en la calle, ya sea como protagonistas o como espectadoras. Una violencia que padecemos pero que también ejercemos, aunque  la mayor parte de las veces no nos queramos dar cuenta. 

Para alejarnos de estructuras violentas, posesivas, amenazantes y celotípicas, es importante poder adoptar conductas claras en relación a nuestros derechos en todos nuestros ámbitos. Fortalecer los caminos de la autoestima y seguridad. 

Casi todas las mujeres violentadas nos sentimos inseguras, vulnerables, dependientes, sentimos que no podemos solas y que necesitamos de un “otro”. Cuando superamos este sentimiento de autodestrucción e inseguridad, comenzamos a sentimos seguras, respetándonos a nosotras mismas, construyendo relaciones afectivas, NO autodestructivas. 

Nos encontramos día a día con cuestiones culturales que hacen que nuestra voz quede reprimida y sin posibilidad de expresión, quedándonos en silencio más de una vez. Trabajemos internamente para que esa voz exprese nuestra bronca, angustia y hartazgo. 

El cuerpo habla por sí mismo y la actitud corporal demuestra nuestros pensamientos, sentimientos y emociones. Por eso es necesario animarse a adoptar una actitud corporal firme que refleje lo que nos pasa internamente. Si sentimos que sí, es ¡SI!; si sentimos que no, es ¡NO!, y el otro tiene que verlo expresado en todo nuestro cuerpo. 

Con sólo una mirada se puede decir mucho y la actitud del otro puede cambiar de acuerdo a ella. 

Es importante registrar si estamos transmitiendo bien nuestros deseos como para poder también identificar cuándo NO son respetados, aún habiéndolos manifestado. 

Adopta siempre una actitud segura, caminando con firmeza, los hombros hacia atrás, la espalda recta, la mirada al frente, mirando a los ojos, deja que tu voz se escuche, no dudes ni te disculpes todo el tiempo. Si alguien te está molestando no pidas por favor. ¡¡Exigí respeto!!