Nuestro sub-conciente constantemente va generando estímulos e ideas para la resolución de conflictos cotidianos. Esto expresa el impulso de todo ser humano a abrirse, extenderse, desarrollarse y/o diferenciarse por una necesidad natural. En cada uno de nuestros actos está la posibilidad de transformarlo en creativo.
El budismo considera a la creatividad como un ejercicio de ir más allá del poder de la mente y simplemente dejarla volar para expresar cualquier cosa que se desee, generando las condiciones para la aparición de lo nuevo, viviendo de esta manera en un estado de transformación permanente.
Es una actitud transformadora ligada a la libertad y a la vida, es la posibilidad lúdica entre lo real y lo imaginario, el sentido de cada persona para sentirse activa, siendo ésta la búsqueda interna que modifica lo ya establecido permitiendo encontrarnos con nuestra propia subjetividad para ver, pensar y sentir en base a nuestra experiencia y capacidad.
El problema surge cuando este impulso se encuentra bloqueado por motivos personales, culturales o sociales, que nos entrenan para ver y pensar de una manera determinada.
Mientras incorporamos conocimientos por medio de la cultura, vamos cambiando nuestra mirada. El “deber ser” controla y maneja diferentes acciones olvidando las necesidades naturales, como el juego corporal y la apertura a gran cantidad de opciones, para decidir las cosas más cotidianas o más complejas.
En una educación contradictoria, se educó para ser libres pensadoras, siendo creativas y expresivas, mientras existía la limitación y el camino a seguir. Dicha vía “debería” concordar con lo que la sociedad piensa y elige, aceptando y repitiendo de esta manera ideas anteriormente establecidas.
Los chicos son creativos en todos sus actos, ya que van incorporando lo nuevo y jugando con eso, descubriendo estrategias de soluciones nuevas, pasando, al igual que los adultos, por diferentes miedos pudiendo convertirlos en actos creativos, teniendo la capacidad de espontaneidad y la sensación de sorpresa.
Como educadoras de nuestros hijos, es importante proporcionar espacios para cultivarla, enriqueciendo la subjetividad, las experiencias, el diálogo, el espacio y así incorporar el sentido individual.
Los chicos alcanzan una posición reflexiva cuando pueden experimentar que son escuchados y respetados sin temor a exponer lo que “quieren” o “piensan”. Hay que poder lograr una propuesta educativa que permita acceder a los avances científicos, dándoles lugar, sin perder de vista los valores humanos, aquellos que nos diferencian de las máquinas.
Tanto los chicos como los adultos, pueden desarrollar las potencialidades expresivas, ya que es una necesidad de comunicación por medio de la creación, utilizando un disparador de sensaciones, emociones, pensamientos.
Un esfuerzo conciente para recuperar lo creativo es que generalmente buscamos la resolución de problemas y no diferentes estrategias para plantearlos. De esta manera nos condicionamos en la manera de ser creativas. En el sentir está la clave para darnos cuenta cuáles son nuestras preferencias para todo tipo de acción o elección. De esta manera logramos diferenciarnos y encontrarnos con nuestras potencialidades para contrarrestar los efectos de la masificación en la que estamos inmersas, o los actos mecánicos.
Para esto tenemos que conseguir desarrollarnos en aspectos expresivos, darnos lugar, ya que es importante para que pueda surgir la posibilidad de crear situaciones nuevas. Dar lugar a la intuición y a la percepción que tanto nos caracteriza como mujeres, jugando con las ideas o imágenes. Permitirnos desear, auque parezca imposible de realizar, y poder separar prejuicios o temores a ser criticadas, que obstaculizan la posibilidad o la postergan.