Vivimos en una cultura en la que el concepto de imagen fue modificándose en función de otros intereses, logrando que las conductas y las personas comiencen a definirse como lo que se va estableciendo. ¿Qué es lo lindo y lo feo? ¿Qué se usa y qué no? ¿Cómo debo caminar? ¿Cómo debe ser mi cuerpo?
En este punto me detengo a revisar y reflexionar cómo nuestra sexualidad fue moldeándose e instaurando nuevas formas sociales e institucionales de cómo debe actuar la mujer en el ámbito de la vida.
Consumimos belleza, “teniendo que tener o que actuar de determinada manera”, para estar divinas y a gusto con una misma y con el entorno. En esta cuestión de aparentar, vamos impidiendo y limitando el flujo energético que nos priva de percibir el lenguaje de placeres y valores de nuestra femineidad. Pensamos previamente a sentir, por lo que la percepción corporal y la conexión se pierden.
Vemos cotidianamente en publicidades cómo nos venden los productos para mujeres que no aceptamos nuestro cuerpo si no nos cierra un pantalón o para esos días que estamos hinchadas, hasta los vivimos con mal humor, renegando de que “nos vino”, en vez de alegrarnos de la señal que nos da nuestro cuerpo y aparato reproductivo, demostrando que está en perfecto estado de salud.
La violencia interiorizada de la negación de nuestros cuerpos y de nuestras vidas, definen modelos de identidad a seguir, sumando, además, siglos de represión sexual y a todo lo ligado a nuestra pelvis, alejándonos a las mujeres de ciclos y emociones adecuadas a cada momento y a nuestro tránsito energético.
Hace tiempo ha subido el porcentaje de mujeres con patologías en las zonas femeninas, con ciclos menstruales irregulares o dificultad para quedar embarazadas. Esta desconexión no permite que nuestro equilibrio femenino circule de la forma más vital, saludable y libre.
También nos alejamos de sensaciones y emociones que acompañan a nuestros ciclos naturales y sagrados, quedando éstas contenidas en nuestro cuerpo, formando contracturas o corazas musculares que nos limitan a la entrega, expresión y registro, actuando en forma mecánica.
Cuando permitimos la expresión de las emociones que sentimos, puedo luego abrirme al amor, la pasión y la alegría con mucha más intensidad, ya que son las caras de una misma moneda.
La vivencia de ejercicios bioenergéticos y expresivos, ayudan a desbloquear esa expresión reprimida, reconectándonos y recuperando la conciencia de nuestro cuerpo y sus necesidades.
La conciencia y el cuerpo tienen que ir juntos, ya que percibimos a través del cuerpo, el flujo de la vida.
"La vida es todo aquello que pasa mientras uno está ocupado haciendo otras cosas", decía John Lennon en su tema Beautiful Boy.