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Dom, Abr

Las consecuencias son inevitables

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Cuando uno no define, o no se define durante las experiencias que va transitando, el relato de los acontecimientos se empobrece, las posibilidades máximas se reducen; la historia se detiene en cada instante en el que debe comenzar, o se va desarrollando sin grandes emociones, porque todo el tiempo la moción que impulsa e intenta hacer, es traccionada por su contraria. El riesgo de vivir de esta manera es que nunca se logra un vínculo comprometido, ni siquiera situacional, con las vivencias; y no hay posibilidad de aprendizaje. 

Todos tenemos ambigüedades. Cada sentimiento, cada acción, está sostenida por la negación o el rechazo de su opuesto.                                                              .                                                                                                                                                                                        
 
Creo que lo importante es trascender la creencia absoluta en UNA verdad, negando otras; y/o la oscilación permanente que lleva a la inacción o a la acción lábil, carente de vida, de energía, desmotivada, generadora de relatos truncos o desapasionados.

Lo vital es reconocer que el universo se rige por aspectos “ying yang”, que se manifiestan en todas las cosas, y más aún...las hacen posibles.

Es cierto que en el mismo momento en que decidimos tomar uno de los caminos durante un trayecto que de pronto se bifurca, se pierde cierta magia, cierta exaltación de la previa en la que aún no habíamos elegido. El mundo del "todo aún es posible", nos embriagaba de fantasía e ilusiones, de las esperanzas más parecidas a los sueños. Pero aquí también se pierde para ganar: ganamos en la concentración de nuestra energía en un proyecto determinado, despejando todo aquello que podría desestimarlo o quitarle su máximo potencial.                                            

Cuando la no definición de situaciones, el andar temeroso o excesivamente cauteloso no nos permite avanzar, la infelicidad que tratamos de evitar se hace presente en la forma del eterno retorno. Se transforma en un circuito siniestro que reconocemos cuando nos encontramos siempre ubicados en el mismo lugar, por más que cambiemos de espacio físico, sintiendo y pensando las mismas cosas. Nos desgastamos, nos viciamos de pensamientos tóxicos o vivimos una vida desafectivizada. Ninguno de esos desenlaces me parece buena opción. 
 

Las consecuencias son inevitables: elegir las tiene y no elegir también. Cada uno elige, aunque crea no elegir: o somos protagonistas, artífices de nuestra propia vida, o quedamos definidos por la artificiosidad de los Otros.