Los seres humanos necesitamos vincularnos, nacemos con la imposibilidad de subsistir sin otros, precisamos acompañamiento y cuidado por muchísimos años, hasta que finalmente logramos adquirir, con la ayuda de nuestros padres, las destrezas, el conocimiento y la maduración para sobrevivir. Esta situación no se limita a las necesidades fisiológicas, además necesitamos amor.
La madre tiene un papel fundamental en el desarrollo emocional de su hijo, influye dramáticamente en la formación de su personalidad, su autoestima, en su capacidad de amar, y en el modo en el que interactuará con el mundo en la adultez.
Las experiencias infantiles, especialmente las de los primeros años, influyen fuertemente en la posibilidad de establecer relaciones sanas con otros.
Desde muy temprano, es decir durante el embarazo, la mamá se empieza a preparar para recibir a su bebé y para cumplir satisfactoriamente con su cuidado. Donald Woods Winnicott, pediatra y psicoanalista inglés, habla de la "preocupación maternal primaria", en el que la madre desarrolla un estado de empatía especial que le permitirá ponerse en el lugar de su bebé y entenderlo, incluso antes de que nazca, lo que la prepara para satisfacer adecuadamente sus necesidades y brindar los cuidados de manera correcta después del parto.
Es maravilloso pensar que la madre pueda, previo al nacimiento, liberarse de sus propios intereses y que consiga desarrollar esta empatía para poder entender cómo se siente su hijo y qué es lo que requiere.
Desde un estado de dependencia total y hasta el logro de la autonomía, la madre juega un rol central en el crecimiento emocional y el desarrollo del bebé, le proporciona estabilidad, protección, seguridad, placer y lo entiende como nadie.
El equilibrio del vínculo de esta díada es muy complejo y delicado, ya que tanto el exceso como la falta de cuidado son factores desencadenantes de patologías. Para lograr un desarrollo saludable, la madre debe adecuarse perfectamente a las necesidades de su hijo, tarea que no es sencilla pero que las mamás pueden llevar adelante con amor y sabiduría.
Algunos consejos para que nuestros hijos se desarrollen sanos y felices:
-Acordate de la relevancia que tenés sobre el desarrollo físico, cognitivo y emocional de tus hijos y que tu conducta cotidiana puede influir de forma significativa para el resto de sus vidas. Los niños desde que nacen, y por muchos años, necesitan una relación profunda, estable y de confianza con sus padres.
-Ayudá a tu hijo a que se exprese y escuchalo para que se sienta comprendido. Es importante que lo entiendas en función de sus propias necesidades y no de las tuyas.
-Tratá de establecer una relación profunda, estable y cariñosa con tu hijo, para que desarrolle adecuadamente su autoestima. Acordate que necesita sentirse amado.
-Jugar con tu hijo refuerza el vínculo, además le ayuda a desarrollar su creatividad e imaginación. Vos también lo vas a disfrutar.
-Evitá siempre la agresividad física y verbal en el hogar. Debe primar un ambiente relajado. Tratá de no perder la paciencia, siempre es mejor hablar que gritar.
-Repito algo que digo con frecuencia: padres frustrados, hijos frustrados. Ambos, padre y madre también deben enfocarse en sí mismos y en su pareja, y tienen derecho a disfrutar de la vida, sentirse realizados y amados. No te olvides: padres felices, hijos felices.