Dime cómo duermes...

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El embarazo nos prepara durante el último trimestre para lo que vendrá. Nos despertamos seguido, ya sea por un calambre, para ir al baño o simplemente porque el bebé se mueve.

 

 Este ensayo debería servirnos para acercarnos a la realidad del sueño del bebé recién nacido. A veces escucho algunas mamás quejándose de que sus bebés no duermen más de tres horas seguidas y el de una amiga duerme ocho horas desde que nació.

No cabe duda de que cada bebé nos plantea su individualidad como “mini persona” desde que se deja sentir moviéndose a diferentes horarios, tapándose la cara cuando nos hacemos la ecografía 4D, zapateando cuando comemos un alfajor. También lo hacen al nacer. Son en definitiva personas, con sus características únicas y definidas.

Las embarazadas deberían tomar nota durante el último tiempo del embarazo de los horarios en los que sienten mayor actividad de parte del bebé y guardar ese registro. Y, una vez que el bebé nació, buscar las similitudes con la actividad a lo largo del día y, por supuesto, de la noche también.

Lo que sí interviene en esto del sueño es claramente identificable a través de la observación minuciosa del entorno.

Por eso, quienes rodean a la madre y su bebé, deben evitar emitir juicios de valor acerca de si está haciendo las cosas bien o no. Simplemente quienes rodean a las mamás, tienen que brindarse abiertamente a lo que ella necesita. Cuando la mamá consigue descansar, comer, bañarse y distraerse adecuadamente, todo lo demás, en relación a su bebé, lo sobrelleva con naturalidad.

Es importante aclarar que estamos rodeados de estímulos visuales, auditivos, olfativos y táctiles que a veces sobrepasan la capacidad de atención de un bebé. Esto también impacta sobre el sueño. Por ejemplo ¿Quién no ha visto un móvil instalado en la cuna del bebé? ¿A quién se le ocurre instalar un LCD en el techo del dormitorio justo arriba de la cama? Hay cosas que hacemos porque las vemos funcionar de una determinada manera y las repetimos sin plantearnos que un simple móvil puede ser un motivo de estímulo importante dentro del espacio donde el bebé debe poder relajarse.

La mamá debe poder descansar en los ratos que el bebé está tranquilo y no necesariamente dormido. A veces es útil pedir ayuda a los brazos de una abuela, tía, papá o quien sea que se encuentre cerca y tomar una pequeña siesta.

Actualmente nos encontramos con mujeres “superpoderosas” y “superconectadas” a todo lo que las rodea, pero no a sus propias necesidades, a las que les cuesta mucho dormir de día, o dormir con “cosas pendientes por hacer”. El ejercicio de recostarse, auque el sueño profundo no llegue, es un ensayo y ayuda a descansar el cuerpo y sobretodo la espalda.

La pregunta es: ¿Cómo pretendemos que nuestros bebés duerman sistemáticamente si se priorizan otras actividades por sobre el descanso? Esto responde claramente porqué los bebés nos siguen el ritmo.

El secreto radica en generar un entorno que despoje a la madre de tantas “ocupaciones” y pueda seguir gestando a su bebé fuera de la panza de manera placentera.

Cuando una mujer está embarazada, la cuidamos de muchas cosas, le damos el asiento, le decimos que se alimente, que descanse, que no haga fuerza. Cuando tiene a su bebé ¿qué hacemos? …. NADA. La criticamos duramente.

Nos convertimos, a través de la maternidad, un poquito en bebés, y eso es lo que tenemos que hacer, permitirnos ser bebés y acompañar su ritmo por un pequeño período de tiempo en nuestras vidas.

Llegamos a la Maternidad alrededor de los treinta años y en sólo el 0,75 por ciento de ese tiempo, que vendrían a significar más o menos los tres primeros meses de sus vidas en relación a las nuestras, pretendemos que nuestros hijos sean ordenados, como si los adultos fuéramos muy ordenados. Padecemos de adicciones, obesidad, trastornos de sueño, de ansiedad, y fobias nos acompañan muy de cerca.

Entonces nos compramos libros acerca de cómo adiestrar bebés, esencias para que duerman, lucecitas hipnóticas, música de los 60 adaptadas para bebés, cunitas que vibran y nada de eso nos lleva al resultado de lo “ideal”.

Lo peor es que para cuando nos dimos cuenta, hemos agotado el primer año de vida de nuestros hijos pretendiendo algo que no sucedió y perdimos un margen de posibilidades de disfrutarlos tal cual estaban.

Tolerancia, paciencia, acompañamiento, empatía, cariño, calor, comprensión, cuidado. Esto es lo que necesitan la mamá y el bebé para poder dormir y descansar. Pero lo necesitan ambos, no solo el bebé. No hay forma ni técnica para dormir a un bebé. Sí hay forma de relajar a ambos para que el sueño venga solo.

El colecho es otro gran tema que en algunas casas tiene medianamente planteos y cuestionamientos y en otras es absolutamente impensable. El colecho, o compartir la cama, significa que el bebé comparta con los adultos el espacio de descanso.

Estamos socialmente equivocados si desoímos las necesidades de las mamás y de sus bebés, ellos son los futuros ciudadanos y pobladores de este mundo y si queremos un mundo mejor y de paz, debemos respetar desde el núcleo familiar estas necesidades.