Yoga en el embarazo

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 Practicar yoga durante el embarazo permite una gestación armoniosa y consciente, a su vez, acompaña a los cambios que se van desarrollando no sólo a nivel físico sino también psicológico y emocional. 

El yoga, en conjunto con la caminata diaria, es una muy buena elección para el transcurso del embarazo, porque mantiene la forma, da más flexibilidad a las articulaciones, mejora la circulación, da fuerza y elasticidad a la zona pélvica y tonifica dorsales y pectorales que favorecen la postura durante los últimos meses y también en el período de lactancia.

Como también esta técnica ayuda a mejorar la respiración y a relajar, el practicarla le permite a la embarazada llegar más preparada al parto haciéndolo más sencillo. A su vez, la actividad del corazón y la circulación está más comprometida en esta etapa, por eso se dificulta el retorno venoso y aumenta el volumen de sangre, pero con una respiración correcta se mejora el aporte sanguíneo de la mujer y del bebé. 

Para normalizar estos síntomas hay que realizar movimiento de rotación de pies y manos, unos pocos minutos de posiciones invertidas contra la pared y elevar las piernas con algún almohadón.

Hay que evitar estar recostada boca abajo mucho tiempo porque esto disminuye el flujo sanguíneo hacia el útero y no es bueno que esto suceda después del primer trimestre. Pero estar de espalda largo rato tampoco es adecuado después del séptimo mes de gestación porque se oprime la arteria que nutre la placenta.

Es importante respetar los tiempos entre las sesiones de yoga para que el cuerpo pueda recuperarse bien.

Si el yoga acompaña tu embarazo, te decimos qué se recomienda hacer según cada trimestre. En el primero hay que tomar mucha agua, no sólo después de la clase, sino antes y mientras se la lleva a cabo, de esa manera no te deshidratás. Los ejercicios deben ser tranquilos y también hay que respirar profundamente mientras se elonga. No hay que invertirse, flexionar hacia atrás, acostarse sobre el vientre ni hacer torsiones sentada. Sí se pueden movimientos de brazos, flexiones delanteras fáciles, acostarse sobre la espalda o sentarse.

En el segundo trimestre tenés que ser cautelosa al cambiar de posición entre un ejercicio y otro, porque se puede perder el equilibrio por el aumento de peso y el crecimiento uterino. Las posturas a evitar son las mismas que en el período anterior y aparte se pueden hacer asanas de pie.

En el tercero tenés que estar apoyada sobre la pared o una silla para no desestabilizarte. Hay que hacer trabajos de adormecimiento de la zona pélvica, respiración alta y relajación para las piernas y la parte baja de la espalda. En las últimas tres semanas es ideal contemplar una luz a través de una superficie blanca durante unos minutos para terminar cada práctica. Y esta concentración también hay que hacerla entre cada contracción en el momento del parto.

Si se conocen los cambios que se van dando en el transcurso de esta etapa, se va a poder actuar para estabilizarlos. Teniendo en cuenta que no tenés que esforzarte, si te sentís agitada o no podés respirar como el yoga lo requiere, debés hacer más lentos los ejercicios.

Después del parto se pueden hacer flexiones delanteras, ligeros movimientos de brazos, retención en vacío y hay que dejar pasar varios meses para volver a hacer posturas sobre el vientre.