Desmitificá el fracaso

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¿Te ha pasado que un hecho ocurrido en un momento de tu vida te pareció que era la peor de las tragedias, pero pasados los años lo empezaste a mirar de otra forma y hasta te reíste de él? ¿Qué es lo que hizo que cambiara tu mirada sobre lo que has vivido?

 

Estamos en tiempos en los cuales el concepto fracasar tiene mala prensa y está mal visto que nos equivoquemos, nos arrepintamos, decidamos concluir una relación, tener errores, caernos, hacer algo y darnos cuenta que está mal hecho.

Pero el error está en no valorar todo lo que puede aprenderse de las equivocaciones, de las cosas mal hechas, de los desaciertos. Está, a su vez, en el hecho de no permitirse comprender que las cosas, los vínculos, tienen ciclos y que a veces esos ciclos tienen un fin, momento en el cual es más sano hacer un cierre, para que algo nuevo y diferente pueda ingresar en nuestras vidas.

Aprender a capitalizar los fracasos como recursos y herramientas para un aprendizaje sólido y duradero en el tiempo, es la consecuencia más valiosa que podemos obtener de los errores y equivocaciones que cometemos. Y eso se logra amigándonos con los desaciertos y todo aquello en lo que nos hemos equivocado o no ha funcionado.

En tiempos en que todo pareciera que se mide por los objetivos o metas trazados socialmente (tener un título universitario, comprar una propiedad, casarse, tener hijos, escalar profesionalmente) aventurarse a diseñar el propio camino desde el deseo genuino y la voluntad de concretar los propios proyectos, más allá de que se alejen de lo esperable cultural y socialmente, pareciera que es toda una osadía. Pero como no es un imposible, propongo que te amigues con los errores y las equivocaciones y empieces a mirar de manera diferente, todo aquello que, hasta ahora, denominabas fracaso. Y puedas acercarte cada vez más a tu propio deseo.

¿Cómo lograr, entonces, transformar los fracasos en instancias de aprendizaje y futuros éxitos?

Aquí van tres sugerencias:

-Conectate con lo que te  pasa y con lo que deseás (más allá de lo que los otros esperan de vos).

Se trata de ser valiente el hecho de decidir ser fiel a una misma, sin estar esperando constantemente la aprobación de los demás. Esto implica saber que en muchas ocasiones transitaremos el camino elegido en soledad, sin apoyo ni contención sino por el contrario, con críticas, cuestionamientos y planteos de todo tipo. Y no estoy haciendo referencia solamente a los que no son parte del círculo más cercano sino a los que se suponen que nos quieren, que son nuestros amigos, nuestra familia, nuestros compañeros de ruta. Me parece fundamental tener esto en claro desde un principio y que no sea el motivo por el cual decidimos abandonar nuestros deseos, metas y planes, aunque sepamos que no es fácil ni va a serlo. Y para esto, es importante que seas vos y sólo vos la que define qué es fracaso y qué es éxito.

-Analizá la situación vivida

Registrá qué es lo que sucedió, lo que no funcionó y considerá las causas y las consecuencias. Pero salí del lugar absolutista del “está TODO mal”. Es el momento de poner todas las cartas sobre la mesa y comprender la situación, ver dónde estuvo el error y empezar a relativizar. No hay que olvidar el contexto y que el fracaso o la equivocación son temporarias. No es un estado que tenga que durar para siempre porque existe justamente la posibilidad de resetear y volver a empezar, pero por supuesto, desde otro lugar, el del aprendizaje.

-Aceptá lo que sucedió

No importa lo que sucede sino lo que vos hacés con lo que te sucede. Y eso habla de tu capacidad de decidir cómo vivir aquello que pasó y de la posibilidad de sacar a relucir habilidades que probablemente no conocías de vos misma. ¡CAPITALIZÁ! Empezá a reciclar lo vivido, las experiencias transitadas. Sacale el jugo a todo (aunque al principio te cueste verlo). Los errores nos permiten afilar nuestros talentos, nuestro potencial, la creatividad y la capacidad de sobreponernos y volver a intentar.

A partir de aquí, de lo que se trata es de trazar una nueva hoja de ruta, un nuevo plan de acción, modificando el que teníamos y lo que no funcionó. Establecé metas concretas y específicas, además de factibles. Que no solo sean las deseables, sino que sean posibles de ser alcanzadas. Diseñá, en función de la experiencia recorrida y de los errores y desaciertos, cuál es el próximo paso que vas a dar.