La vida REAL en sueños

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Hace algunas noches atrás, tuve un sueño de esos que podrían llamarse "pesadilla", que me tuvo trabajando varias horas durante mi estado onírico.

Despertaba asustada, y no encontraba calma ni siquiera al darme cuenta que estaba subsumida en un... sueño; es decir en una manifestación más de mi realidad, compartida con seres y situaciones que habitan en alguna intersección desconocida entre mi mente y mis emociones.

Volvía a dormirme y despertaba una y otra vez continuando la exhaustiva tarea de ese sueño que, por momentos, quebraba con desesperación sacando la cabeza hacia el estado de vigilia. No obstante, una necesidad imperiosa, me hundía nuevamente en la experiencia de seguir transitando esa historia que fluía en mi interior, exigiéndome vivirla; no sé si para resolverla; pero sí muy posiblemente para conocerla.

Siento que fueron horas y horas de vivenciar acontecimientos que no reconozco (y ni siquiera recuerdo) en lo literal; pero sé que son más míos que cualquier situación que pudiera vivir en el registro de la vida "despierta".

Los sentimientos, el miedo (por sobre todo), los pensamientos sobre mí misma, lo que podía y no enfrentar; me pertenecen tanto, que temo no saber en este momento, que versión de mí está despierta y está dormida.

Hubo un momento en el que sentí que debía despertarme. No sé que factores determinaron más que mis ojos finalmente se abrieran y mi mirada pudiera mantener la conexión con las paredes, las cortinas, las sábanas, los objetos de mi habitación que desde cada lugar me decían "volviste, ahora estás acá". No sé si fue una interrupción por la vida "externa" que me indicaba que era momento de que "inicie mi día", por tales y cuales motivos (de lo más conocidos); o si la vida interna prefirió replegarse nuevamente considerando que mi experiencia desconocida se había manifestado lo suficiente, o ambas cosas.

Un dolor de cabeza me alertó todo el día sobre la importancia de atender ese aspecto de mí, metaforizado en sueños, que se hizo "pesadilla". Hay voces de ese sueño que resuenan. No quiero desoírlas, al contrario.

La conciencia abrumada rebalsa de sensaciones que se quedaron conmigo. Algo nuevo quiere emerger, algo actual le quiere dar lugar, pero mantiene una tensión con el pasado o con una serie de pensamientos conocidos que, por su condición, intentan ser los únicos capaces de otorgar identidad.

Una corriente nueva de ideas, o una forma diferente de las actuales, está a punto de abrir algunos espacios y cerrar otros.

El escenario tendrá la iluminación adecuada para que las escenas vividas puedan ser "bien" interpretadas. Cambiar el foco para resaltar lo importante de lo accesorio. Los sueños son iluminadores.

El caudal de sentimientos y palabras debe permitir fluir, no ahogarse, ni estancarse. La armonía y la liviandad son el desenlace sobre el cual buscamos continuar. Las pesadillas se resuelven en la liviandad del encuentro con uno mismo.

Limpiar, liberar espacio. Las puertas de la percepción se abrirán aún más hacia un estímulo innovador que catalice, y dé lugar a una nueva movilidad de mi mente y mi espíritu.

Mi cuerpo y mi alma seguirán las oportunidades que despliegan, con mayor injerencia en el rumbo que van tomando algunas cosas.

Que los aspectos que "pesan" puedan ser aceptados y transformados, no todos; pero sí aquellos que le hacen boicot a nuestras ganas.

Que los deseos puedan ser cumplidos, que estemos concientes de aquello que nos impulsa y de lo que nos hace obstáculo.

Los sueños son la forma vívida de acceder a nuestro ser. Los sueños son nuestra realidad más íntima. Son testimonio de los miedos y deseos. Las sensaciones al dormir y al despertar también nos cuentan algo.

Los sueños muestran aquello que necesita una forma de exterioridad. No están separados de la vida "real", son parte de la vida real.

La fantasía vía sueño es un mensaje fundamental ya entregado.

Entre lo conocido y lo desconocido sucede aquello que llamamos "nuestra vida".

Cada deseo encierra un temor, y cada temor un deseo.