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Vie, Mar

Las grandes mentiras de las vacaciones

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Ya se fue marzo y con él el verano, la época más feliz del año, cuando las vacaciones nos llenan de ilusiones. Pero como toda ilusión tiene una gran carga de mentiras que a veces elegimos creer para que Papá Noel nos siga trayendo regalos.

 

La primera mentira es que existen las vacaciones pagas cuando en realidad te la pasás trabajando el doble antes de irte para dejar todo más o menos organizado y cuando volvés encontrás una pila de trabajo pendiente que te obliga a trabajar el doble para ponerte al día. Decir que las vacaciones son pagas sería como decir que el banco te regala la plata de un crédito.

Mientras estás de vacaciones te sentís una diosa porque estás flaca. Y digo “estás” porque una cosa es ser flaca (cosa que sólo le sucede a unas pocas mujeres que odiamos) y otra muy diferente es estar flaca en un lapso pequeño de tiempo en el que hacés dieta y vas al gimnasio pero que sabés que no va a durar. El mismo calor del verano hace más fácil comer ensaladas y frutas así que un poco adelgazás sólo por el clima y otro poco porque cuando te sacás el tapado, el sweater y la pila de ropa abrigada te das cuentas que tenés rollos sobre los rollos y que tus remeras parecen sostener entre paréntesis todos los excesos del invierno. Te ponés las pilas y  te vas divina a tus vacaciones, en tu mejor peso a disfrutar de la playa, la ropa suelta y la bikini. Claro está que las vacaciones son para disfrutarlas y comer es una de las mejores cosas de la vida. Al final adelgazaste 5 kilos para volver con 10 de más y lo peor es que nunca te diste cuenta porque sólo usás ropa suelta.

Durante las vacaciones sos una fashionista furiosa. Primero porque tenés tiempo de hacerlo. ¿Quién no usó 10 colores de esmaltes diferentes en 15 días sólo para mantener todo su outfit combinado? Tu novio o marido no entiende por qué te llevás tanto equipaje cuando te vas de viaje y es que estás llevando toda la ropa que nunca te animarías a usar para ir a trabajar. Sacás tu sombrero más glamoroso y lo llevás con la altura de una top model (aunque midas 1.50 como yo). Además estás bronceada y todo te queda mucho mejor. Con un rimmel y un brillo labial ya estás divina. ¿Cómo no aprovechar la oportunidad para usar toda esa ropa blanca o colorida que el resto del año sólo acentúa el color verde de tu piel y las ojeras oscuras que decoran la mirada cansada. Y nosotras queremos aprovecharla a fondo, por eso tenemos más cambios por día que una diva de la televisión.

Mientras estás de vacaciones te das el gusto de salir a comer afuera seguido o comprar chucherías, porque las vacaciones son para disfrutarlas, aunque te dejen endeudada por el resto del año y destroce tu tarjeta de crédito. Así que mientras en el año sos Lita de Lazzari buscando las mejores ofertas de leche o manteca, durante las vacaciones te sentís brevemente millonaria y largás fácil la plata como si te sobrara. Es una inconsciencia temporal alimentada por frases como “me mato trabajando todo el año y me lo merezco”.

Durante las vacaciones te sentís algo así como una mujer superpoderosa. Hace unos años, por ejemplo, se me ocurrió tomar clases de surf. En mi imaginario yo era como esas rubias divinas de California que se paran sobre la tabla como quien lo hace en la cola del banco. La realidad fue que mis compañeros de clase tenían en promedio 14 años y tenían mucha más fuerza y energía que yo. Mientras ellos aprendían a surfear, yo hacía algo que debía llamarse “acrobacia subacuática” y que es básicamente dar vueltas carnero debajo del agua mientras una tabla atada a tu tobillo te arrastra por entre las olas. Después de muchos moretones decidí que era mejor leer y me acordé lo mucho que me gusta hacerlo y cómo nunca me doy ese tiempo. Así que me prometí que todas las noches le dedicaría al menos una hora a la lectura (otra gran mentira de las vacaciones).

Y por último, la mentira más mentirosa de todas: estás en tu vida de diosa fashionista a quien le sobra la plata y el tiempo y por supuesto pensás que podrías vivir así toda tu vida. Sobre todo cuando se acerca la fecha del pasaje de vuelta a la vida de cansancio, poco tiempo, estrés constante y cuentas que pagar y te negás a enfrentar la realidad. Entonces te ponés a planificar cómo tener tu vida instalada en ese lugar maravilloso: abrir un bar en la costa, trabajar a distancia, comprar un departamento para poder escaparte más seguido y cortar un poco más el año. Ninguna de esas cosas son reales o posibles, pero tu cerebro se esfuerza por anclarse en ese momento feliz por más irreal que sea.

Sole Castro Virasoro, autora del libro “Mujeres Alfa y hombres 2.0”.

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