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Vie, Mar

El papel de la alimentación en el crecimiento y desarrollo

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Aunque muchas veces se cree que son sinónimos, el crecimiento y el desarrollo en la niñez y la adolescencia son procesos diferentes, que ocurren de manera casi simultánea: el crecimiento es un proceso interior del organismo, que consiste en un aumento progresivo del número y tamaño de las células y se evidencia por el cambio en el peso y la talla; mientras que el desarrollo tiene que ver con el proceso de sociabilización, determinado por la adquisición de nuevas habilidades y aprendizajes.

 

Desde la Federación Argentina de Graduados en Nutrición (FAGRAN), señalan que ambos procesos están influenciados por factores biológicos, genéticos, ambientales, la actividad física y la alimentación, y suceden en tres etapas biológicas bien diferenciadas: primera infancia; etapa intermedia; y empuje puberal.

La primera infancia va desde el nacimiento hasta los tres años, y se caracteriza por un crecimiento muy rápido, en el que los sistemas y órganos maduran. Como este período es altamente sensible a las carencias nutricionales, la lactancia materna cumple un rol fundamental y es indicada de forma exclusiva hasta los 6 meses de edad; luego hay que incorporar alimentos de a poco y en forma progresiva.

Los tres primeros años de vida son básicos para adquirir hábitos alimentarios saludables, por lo que resulta fundamental ofrecer al niño alimentos variados y compartidos en familia para que los incorpore naturalmente, advierten los expertos de FAGRAN. Y agregan que hay nutrientes críticos en esta etapa, por lo que es importante brindar un aporte adecuado de calcio a través de los lácteos (yogures, leche, postres de leche, quesos) y de hierro a través del consumo de carnes.

La segunda etapa o intermedia, desde los tres años hasta la edad puberal, está caracterizada por un crecimiento constante. Aquí la alimentación no sólo cobra un rol muy importante desde lo biológico sino que, además, es fundamental como un acto social, ya que los niño/as comienzan a compartir espacios alimentarios, en la escuela, en los clubes, en casa de amigos, y empieza la consolidación de los hábitos alimentarios.

En esta etapa es importante delimitar qué alimentos corresponden para cada hora del día y que los mismos sean saludables y variados para garantizar la cobertura de todas las necesidades nutricionales. Es el momento de afianzar el hábito de las cuatro comidas básicas; que el desayuno y la merienda contengan lácteos; y que en el almuerzo y la cena se ofrezcan verduras y frutas, carnes de distinto tipo (ave, vacuna, cerdo y pescado) y cereales enteros e integrales.

La etapa de la aceleración o empuje puberal, por su parte, se caracteriza por la consolidación del crecimiento a mayor velocidad, lo que conlleva un aumento en el requerimiento calórico. Los jóvenes manifiestan mayor apetito, y aquí juega un rol fundamental la selección de alimentos dada por los hábitos alimentarios adquiridos, que orientarán al púber a realizar una elección favorable para su crecimiento.

Es habitual que los adolescentes realicen colaciones; por eso, es muy importante que las mismas estén compuestas por alimentos saludables, como yogur, licuados frutales o queso, evitando aquellas que contengan mayor cantidad de azúcares libres como las golosinas y las bebidas azucaradas.

Teniendo en cuenta que cada etapa de la vida es un ladrillo fundamental en la construcción del futuro individual, ofrecer una alimentación adecuada, variada y saludable desde los primeros años hasta la adolescencia es clave para garantizar el óptimo crecimiento y el mejor desarrollo de cada niño.