Camila O´Gorman - La joven mujer que dio su vida por amor

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Camila O´Gorman era una joven mujer apasionada y rebelde, enfrentaba a las arraigadas costumbres de la época que consideraba injustas y a los mandatos de su padre. Por sobre todas las cosas, temía sufrir un matrimonio por conveniencia, ella quería casarse estando enamorada. El hombre de su vida llegó, pero era un cura. Para vivir la fuerte historia de amor huyeron en búsqueda de la felicidad. Este acto era considerado un sacrilegio, por lo que el mundo clerical y político no paró hasta encontrarlos y asesinarlos juntos.

Camila nació en 1828, en San Andrés, en la provincia de Buenos Aires, era una niña perteneciente a la alta aristocracia. Su padre era Adolfo O'Gorman, un hombre de origen irlandés y francés, muy recto; y su madre, Joaquina Ximénez Pinto, una porteña que defendía siempre el accionar de sus hijos. De familia tradicional religiosa, sus cinco hermanos obedecían las reglas de los padres, pero Camila, siempre las enfrentaba, le decía a su padre lo que pensaba y además se negaba a casarse con un hombre por imposición. Ella quería encontrar el amor y sentirse orgullosa y feliz de estar a su lado.  

Tocaba el piano y cantaba muy bien, también le gustaba leer y conseguía libros que estaban prohibidos por el gobierno de Juan Manuel de Rosas.  

El vínculo con su abuela paterna era muy fuerte porque tenían un carácter similar, pero al señor O´Gorman no le gustaba esta relación y quería evitar que se vieran para que no la mal influencie, ya que esta mujer había sido amante del virrey Liniers.  

En una misa de la iglesia Del Socorro a la que siempre asistía Camila, se presentó el nuevo párroco, Ladislao Gutiérrez, proveniente de Tucumán. Rápidamente conoció a la joven porque Eduardo, uno de los hermanos de ella, era su compañero en la carrera eclesiástica. Apenas se vieron, se miraron a los ojos profundamente y ella ya no pudo quitárselo de la cabeza, sentía que había encontrado lo que tanto deseaba, el amor verdadero, el hombre con el que quería casarse.  

A su vez, a Ladislao le pasaba lo mismo. Ambos sentían por primera vez un profundo amor. Pero sabían que era imposible, que estaba prohibido y trataron de negárselo así mismos hasta que comenzaron con el romance, ocultándolo ante los demás.

Después de largas y profundas charlas en base a sus sentimientos, reconocieron que no era un crimen amarse y optaron por salir adelante con la relación. Ladislao meditó mucho sobre su trabajo, dejó los hábitos para huir con Camila y poder estar juntos. Así fue que dejaron Buenos Aires, en diciembre de 1847, consiguieron cambiarse la identidad, y llegar a Corrientes. Con los nombres de Máximo Brandier y Valentina Desan, iniciaron una nueva vida, la que tanto querían. Formaron una escuela en Goya, donde dejaban a diario sus enseñanzas y su amor a todos los niños del pueblo. Por eso fueron muy queridos durante la estadía en el lugar.  

Por su parte, el padre de Camila se sintió tan defraudado que le comentó lo sucedido al gobernador Rosas porque decía que su hija no tenía perdón. La situación era dramática, nunca una mujer había cometido este tipo de accionar, y para que no sea visto como ejemplo a seguir las represalias debían ser extremas.  

No sólo los políticos, sino también quienes pertenecían a los más altos cargos eclesiásticos, iniciaron la búsqueda como algo personal, sentían que la pareja  había pasado por encima de sus mandatos. Hasta lo consideraban algo sacrílego y eso, en esa época se pagaba con la muerte.  

La búsqueda de la pareja fue intermitente, los afiches con sus rostros recorrían todo el país. El principio del fin llegó cuando un sacerdote reconoció a Gutiérrez en una fiesta en Goya, y si bien Ladislao quiso hacerse el desentendido, ya era tarde. Al día siguiente él y Camila fueron arrestados y trasladados a la prisión de Santos Lugares, la más temible de todas. Quedaron a la esperanza de un juicio porque sabían que les esperaba una dura condena. 

Camila, como era amiga de Manuela, la hija de Rosas, le escribió una carta pidiéndole que interviniera con su padre, pero éste no quería dar el brazo a torcer y no escuchaba los pedidos de su amada hija. Su objetivo era terminar de inmediato con la vida de ambos reos que por su culpa su gobierno estaba siendo mal visto por la prensa de otros países.   

Con su declaración, Camila dijo que no habían cometido un acto desacatado, si no que fue todo producto del amor y que no estaba arrepentida de lo que hicieron. Al déspota del gobernador eso le provocó más ira y terminó de tomar la decisión de asesinarlos.  

Un médico asistió a Camila un día porque se sentía muy mal y después de analizarla descubrió su embarazo. A pesar de la situación que estaba viviendo, se sintió feliz por esperar un hijo del hombre que amaba. Además de eso, la ley  prohibía asesinar a una mujer estando embarazada y ella pensó entonces que iba a salvarse, pero Rosas no cambió de parecer. Camila imploraba piedad por la vida que tenía dentro suyo, porque no podían impedir que siguiera su curso lo que Dios puso en el camino. 

Cuando Ladislao se enteró que ella moriría junto a él, pidió escribirle una carta en donde le puso que si no los habían dejado estar unidos y ser felices en la tierra, en el cielo lo iban a poder hacer. 

La hora de la tragedia llegó, retiraron a ambos de sus celdas, los vendaron y los sentaron en una silla que sería cargada por varios hombres. La música acompañaba el momento para darle más dramatismo a este hecho aberrante. 

Estaban uno al lado del otro, por suerte pudieron decirse sus últimas palabras de amor y de aliento hasta que sonaron los disparos que fueron directo al cuerpo de Gutiérrez y luego al de Camila. Irónicamente, ambos cuerpos fueron puestos juntos en un mismo cajón, así perduró su unión eterna. 

El poder político y eclesiástico ganó la batalla, nadie quería que el amor de Camila y Ladislao siguiera adelante, era considerado un crimen y como tal debía ser juzgado. Eso fue un motivo para fusilar a dos personas que se amaban y que lucharon para poder vivir felices su amor, enfrentando las barbaries de la época. Y así fue que Camila se convirtió en la primera mujer condenada a pena de muerte.