Audrey Hepburn: una de las mejores estrellas femeninas de todos los tiempos

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 Audrey Hepburn fue una actriz amada por el público, la crítica de cine y sus colegas, quienes decían que además de ser buena profesional era excelente persona. Fue ganadora del Oscar y varios premios a lo largo de su carrera, también fue considerada ícono de la moda, pero su mayor logro fue cuando la nombraron embajadora de Unicef debido a su gran ayuda humanitaria hacia los niños pobres y enfermos de Sida. Trabajo que continuó hasta los 63 años, cuando fallece debido a un cáncer de cólon.

Audrey Kathleen Ruston, nació el 4 de mayo de 1929 en Bruselas, Bélgica. Su padre, Joseph Víctor Henry Ruston, era banquero y trabajó en una compañía de seguros; su madre, Ella Van Haemstra Hepburn Ruston, una aristócrata holandesa que tenía dos hijos de un matrimonio anterior. Bien posicionados económicamente en un comienzo, la pequeña pudo estudiar en colegios privados de excelente nivel.

Vivió en Holanda, Bélgica e Inglaterra durante toda su infancia, pero con la separación de sus padres, se alojó en la casa de su abuelo materno en Arnhem, Países Bajos. Después viajó a Londres con su mamá donde comenzó a estudiar danza y arte dramático.

La niña no tuvo nunca el amor del papá, siempre lo reclamó y más aún después del divorcio, cuando terminó por desaparecer por completo de la vida de su hija, lo que le ocasionó problemas de autoestima y necesidad profunda de afecto.

Durante la segunda Guerra Mundial, volvió a Holanda y su familia se desintegró debido a que uno de sus hermanos se perdió en un ataque, el otro estuvo en un campo de concentración, y su primo y su tío fueron asesinados. A su vez Audrey pasó hambre, a punto tal de desnutrirse y de tener problemas respiratorios. Por todo ello sufrió momentos de absoluta depresión, además de tener que esconderse de los nazis, ver fusilamientos de sus vecinos y enterarse que su padre tenía ideología fascista.

Después de estos años de penurias en la que se distraía dibujando, pudo regresar a Inglaterra donde continuó sus estudios de danza con bailarines destacados, y comenzó a hacer trabajos de modelo y de corista en teatros. Para entonces ya hablaba varios idiomas, como holandés, inglés, francés e italiano, y un poco de alemán y español.

Gracias al modelaje, la conocieron algunos productores que se interesaron en ella para la interpretación de pequeños papeles en la industria del cine. Se la pudo ver por primera vez en el film “Nederlands in 7 lessen, en 1948, interpretando a una azafata. Su ambición de progreso en esta nueva carrera artística que había iniciado la llevó a viajar a Hollywood con el fin de ser una actriz reconocida y para poder ganar buen dinero. Allí incursionó en el teatro de Broadway, siendo parte del musical Gigi.

No tardó muchos años en concretar su sueño, William Wyler era un director de cine y la contactó para un protagónico de Vacaciones en Roma junto a Gregory Peck, una comedia que tuvo gran éxito y que le dio inicio a su prestigiosa carrera por el que obtuvo el Oscar a la mejor actriz y se la consideró actriz revelación. Al año siguiente filmó La princesa que quería vivir, conquistando al público y a los críticos del séptimo arte.

Sus trabajos en la pantalla grande fueron ininterrumpidos, y excelentes en sus diferentes géneros. Comenzó a ser aclamada por el público, amada por sus colegas y la crítica y contratada para tapas de revistas no sólo por su nivel de actuación, sino también por ser una mujer distinguida, femenina y que siempre estaba a la moda.

En 1954 entre las grabaciones conoció al actor Mel Ferrer, se enamoraron perdidamente y el 25 de septiembre del mismo año se casaron. Compartieron rodajes como actores y en otras oportunidades él fue su productor. Si bien esta relación tuvo altibajos, Mel siempre estuvo al lado de Audrey, acompañándola en sus momentos de depresión tras perder cinco embarazos. Por suerte, en 1960 pudieron tener un hijo; lo llamaron Sean, y la pareja se llenó de felicidad. La actriz, que desde niña soñaba con ser madre, estaba cumpliéndolo después de tantos años de malas experiencias.

Continuó trabajando en varias películas, la que ella más amó fue Historia de una monja, en la cual interpretó a la hermana Lucas. Mientras tanto, su vida personal se desbarrancaba, en 1968 se divorció de su marido.

Por su belleza natural y alejada de lo glamoroso, muchas marcas reconocidas la querían como imagen de la empresa, pero ella nunca aceptó. No obstante, cuando se tuvo que contactar con Hubert de Givenchy para el diseño de su vestuario para la película Sabrina, se hicieron muy amigos y Audrey se convirtió luego en un ícono de moda, gracias a su mentor.

Durante la grabación de dicha película la actriz mantuvo una relación con William Holden que no prosperó porque él estaba casado.

Pero volvió a enamorarse, esta vez de un psiquiatra de nacionalidad italiana, Andrea Dotti, con el que se casó en 1969 a los meses de iniciar el noviazgo. Al año siguiente, tuvieron un hijo al que llamaron Luca Andrea. Audrey, estuvo un tiempo apartada del trabajo para dedicarse a sus dos hijos.

Las frecuentes infidelidades de su marido hicieron que la actriz le pidiera el divorcio que salió en 1976. En ese mismo año grabó Robin y Marian, y continuó filmando más esporádicamente.

Se la ha vinculado con varios hombres pero convivió largo tiempo con el actor holandés Robert Wolders, de quien confesaría luego, que fue su gran amor, el único que le fue fiel y por el que volvió a ser feliz.  

Es poco conocido el hecho que le haya cantado el feliz cumpleaños al Presidente Kennedy y que, ya de grande, se reencontrara con su padre después de tantos años de no saber nada de él. Así y todo supo perdonarlo, lo cuidó y ayudó económicamente hasta que falleció.

Tal vez a causa de su carencia afectiva, no quería que otros niños sufrieran, y con su afán de ayudarlos realizó viajes a Guatemala, El Salvador, Sudán, Honduras, Somalía y Vietnam.

Prácticamente se dedicó a los servicios humanitarios durante la década del ´80, dando batalla a la desnutrición infantil y al HIV, por lo cual la nombraron en 1988 embajadora de Unicef. Aprovechando sus contactos, conocidos y amigos del mundo del cine, solía realizar galas a beneficio para recaudar fondos.

Después de haber grabado más de 25 películas, haber tenido 4 nominaciones al Oscar, y ganar uno, obtenido Globos de Oro, Baftas británicos, el Tony, la estrella en el paseo de la fama de Hollywood, haber sido considerada mejor actriz en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián y la tercer mejor estrella femenina de todos los tiempos por el American Film Institute, pensó en su retiro.

Faltando poco para comenzar los ´90, se despidió de la televisión en un programa olvidable y del cine con un film de Steven Spielberg, Always.

En 1992 le diagnosticaron cáncer de cólon, pero siguió con sus viajes como embajadora de Unicef hasta lo que más le permitió su cuerpo. Pero los últimos meses ya los pasó en la casa de campo que se había comprado años atrás para tener espacios de tranquilidad. Quedaba en Tolochenaz, Suiza y allí falleció, el 20 de enero de 1993.

Póstumamente siguió siendo homenajeada con el Oscar Humanitario Jean Hersholt, con una estatua en la sede de Unicef en Nueva York, con bibliografías escritas y documentales de tv, con festivales de cine internacional dedicados a ella, y se han subastado algunos de sus trajes con el fin de recaudar fondos.

A su vez, su hijo Sean, escribió él mismo la bibliografía de su madre, “Audrey Hepburn, un espíritu elegante”, para que sus hijos puedan conocer en profundidad la vida de su abuela. Lo recaudado por la venta del libro lo destinó a la Fundación Audrey Hepburn para la infancia.

Audrey Hepburn es nuestra mujer del mes de septiembre porque nos brindó fabulosas actuaciones, realizó trabajos humanitarios y fue la imagen de moda que marcó una época por tener un estilo sutil que la diferenciaba del resto de las actrices de entonces, marcando de esa manera, su personalidad y elegancia natural.