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Vie, Mar

Homos domesticus: delicias de la limpieza general del hogar

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 Y sí, de vez en cuando, una vez por mes, mínimo, cual si fuera el período femenino, hay que hacer limpieza general en el hogar, dulce hogar...

Tirando lo roto, descartando lo inservible de cada integrante de la casa,  desalojando,  o en su efecto, cobrando el alquiler debido, a cuanta arañita haya en los recónditos lugares; esos que a veces le da amnesia o antipatía a la escoba, o nos da pereza correr el mueble para hallarlos. 

Para no hacer tan solitario el asunto, una empieza a recitar ciertos postulados que empiezan a parecerse a dogmas: que la mugre es democrática per se y que, por dicha razón, se exige un sistema de coparticipación para hacer entre todos la tarea doméstica.

Pero de la idea de coparticipación a la coparticipación propiamente dicha hay un trecho enorme, así que buenamente y con sacrosanta paciencia, una intenta reclutar reclutas para la causa, o evaluar si vale la pena ir por sus metros cuadrados pregonando que se puede ser, no más feliz, pero sí menos loca/o, si se ordena las cosas y la casa huele a limpia y está ordenada.

En un rapto de camaradería, intento explicar que cierto polvillo se aloja diariamente en los muebles y que sin estar hecha la división de bienes, ni la herencia porque todavía estoy viva, por ende, los muebles y su contenido, inclusive la tierrita, nos pertenece a todos. Con lo cual me miran y se debaten entre solidarizarse o perdonarme la vida por loca o maniática de la limpieza. Que no es tan así.

Otra de las opciones es convertir la limpieza general en un asunto de estado mayor familiar; a veces funciona. 

Tenemos una a favor, si apelamos a la modernidad, ningún hombre se verá sorprendido por estos pedidos domésticos,  pero, a veces, vale batirnos en retirada, porque como dicen de los antiguos combatientes: soldado que se retira sirve para otra batalla. Pero como la impaciencia y el cansancio no son buenos consejeros, hay que desestimar cualquier pedido de colaboración en esos estados. 

Depende en qué momento, conviene trabajar la moral de unos y de otros al estilo de: hijo de mi vida, hija de mi alma, amor de mi vida: serían tan buenitos de…y ahí una enumera su listado negro de cosas indispensables para una y los otros que conviven bajo el único y mismo techo. 

Además, los benjamines de la casa aducen estar muy concentrados con el Facebook y el MSN y no pueden brindarnos su tan esperada ayuda.

Interrumpir semejantes proezas se constituye en un sacrilegio y se transforma en un grito tipo súplica.

Entonces, por más que nuestra casa se parezca más a una sucursal de Camboya que a otra cosa, recomiendo inspirar y exhalar unas cuantas veces, guardar la energía de las cuerdas vocales, mientras pensás en algún otro artilugio para convencerlos. O sea, en vez de gritar sé creativa.

Si encima ves a tu marido con una agenda comprometida hasta mañana de partidos hasta en Mozambique, hoy, definitivamente, no es tu día para andar haciendo de homos domesticus. 

Limpiá lo estrictamente necesario mientras te vas a tomar un tiempo también para vos y que la mugre y el orden esperen, señal de que es una casa que se vive y sobre todo, que se habita. 

Quiere decir que tu casa, es un "hogar dulce hogar", que a veces cuesta mantenerlo limpio pero que respira y está vivito y coleando. No padezcas tu casa, disfrutala,  tomá unos ricos mates con tu familia, mientras tu marido mira fútbol y tus hijos están con la compu. La homo domesticus tiene tiempo de sobra para fichar tarjeta.