Alejandra Pizarnik: la sufrida poetisa argentina

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 Alejandra Pizarnik, fue una poetisa surrealista argentina que marcó un hito para la nueva generación de escritores. En su corta vida su interés estuvo dado por los libros y la escritura, donde volcó sus estados anímicos. Esta terapia hizo que ganara becas y viajara al exterior dándose a conocer en Europa. Debido a su profunda depresión, que la perseguía desde niña por su baja autoestima, se desequilibró y a los 36 años se suicidó ingiriendo pastillas. 

Flora Pizarnik, conocida como Alejandra, nació el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires. Su padre, el joyero Elías Pizarnik, y su madre Rejzla Bromiker, eran inmigrantes judíos rusos, que ya tenían otra hija, llamada Myriam. La infancia de Alejandra transcurrió en Avellaneda y no fue fácil por tener graves problemas de autoestima, producto de su sobrepeso, del acné y de su tartamudez. Sus estudios secundarios los realizó en la Escuela Normal Mixta de Avellaneda y comenzó a ser adicta a las anfetaminas, teniendo como resultado, insomnio y cambios de carácter. Y para poder dormir tomó somníferos que terminaron por desestabilizarla por completo. 

Se anotó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, pero no se recibió, sí hizo cursos de periodismo, literatura y filosofía. También aprendió pintura, otra pasión que tenía, pero que no fue nunca tan fuerte como para abocarse a ella. Lo mismo le pasó con el periodismo, cuando en 1955 asistió al Festival de Cine de Mar del Plata para cubrir el evento y no le gustó la experiencia. 

Su niñez la marcó toda su vida, nunca pudo salir de la depresión que la acorraló de pequeña, y en sus obras se notó esa tristeza cuando aludía al destierro, a la muerte, a la desesperanza, al amor, a la soledad, a la noche y al insomnio. La paradoja y las metáforas fueron un sello personal de su escritura, con los que podía expresar sus más profundos sentimientos. Su primer libro fue la Tierra más ajena, editado al año siguiente y le siguió La última inocencia, que dedicó a su psicoanalista, León Ostrov, de quien confesó enamorarse. Por otro hombre que sintió un amor profundo, fue Jorge Gaitán Durán, un poeta colombiano. Pero también ha tenido relaciones sentimentales con mujeres. 

Vinculada ya con el círculo literario de la época, conoció a destacados personajes del área, con muchos de los cuales inició una amistad, como con Olga Orozco, Rubén Vela, Clara Silva, Raúl Aguirre, Elizabeth Cranwell, Roberto Yahni, Silvina Ocampo y Julio Cortázar. 

Enlazada más que nada con la corriente surrealista, no demostró interés por la política pero sí por los libros, leía mucho para poder aprender de grandes escritores. Ha pasado momentos de bajo nivel económico pero nunca bajó los brazos y siguió apostando a lo que más sabía hacer, escribir, por eso trabajó en lugares infames, tal como los describió. Se interesó por revistas de vanguardia y de izquierda, por lo que se relacionó con personas de esa ideología. 

Además de sus libros, sus lectores podían disfrutar de los poemas de Pizarnik, en diferentes revistas como Poesía Buenos Aires y diarios como La Nación, logrando un alcance mayor. 

En 1960 se fue a vivir a París por cuatro años, se sentía libre en ese lugar donde  trabajó como traductora para la revista Cuadernos, y editoriales francesas, también realizó críticas literarias en diarios y bibliográficas para la revista Sur y tradujo a algunos autores. Perteneció a un comité de colaboradores extranjeros, y estudió literatura francesa e historia de la religión. 

Cuando regresó a la Argentina, editó nuevos libros y por Los trabajos y las noches, recibió el Primer Premio Municipal y el Fondo Nacional de las Artes, asimismo retomó la escritura de su diario. Por su edad sabía que había dejado de ser una niña, pero no por ello se sentía adulta, ella misma se confesaba que se veía como una adolescente a pesar de tener 30 años. Para entonces, en sus poemas se podía notar pensamientos más relacionados con la esperanza y la libertad. 

En 1969 muere de un infarto su padre y Alejandra optó por la única compañía de su amiga Olga Orozco, para atravesar el mal momento. La depresión que sobrellevó durante toda su vida, y por la que en algunas oportunidades se preguntó así misma por qué no se quitaba la vida, y pasó muchos días en soledad, se pronunció con la ausencia de su padre que siempre la apoyó en su carrera. 

Su inestabilidad psíquica, la llevó a tener un estilo particular de escritura sin una sintaxis lógica. La muerte que le rondó en su mente, fue muy marcada en sus obras desde diferentes posturas. 

Vivió momentos de profundo dolor que la llevaron a tomar una dosis alta de anfetaminas, pero la encontraron a tiempo y le salvaron la vida en el hospital psiquiátrico Pirovano. Inició terapia con Pichon Riviére que logró serenarla bastante, además de ser internada en una clínica psiquiátrica. No obstante, duró poco tiempo su mejoría, el 25 de septiembre de 1972, ingirió nuevamente gran cantidad de pastillas y pudo así terminar con su terrible agonía. 

Tras su muerte, sus colegas le han hecho homenajes, y se editó un libro de su autoría. Además se la caracterizó como la poeta surrealista de gran influencia para las nuevas generaciones de literatos por ser precursora en su estilo, la más importante de la lengua española y como una de las mujeres más populares de América que ha escrito además de poemas, novelas breves y relatos cortos.