16
Mar, Abr

¿Cómo influye el buen dormir en los niños?

Typography

Contar con un sueño reparador es fundamental para la salud de niños y adolescentes. Sin embargo, no todos los padres son conscientes de que un buen descanso es clave para el aprendizaje y desarrollo de sus hijos en edad escolar. La Unidad de Medicina del Sueño de Fleni (www.fleni.org.ar) comparten consejos claves para el buen dormir y las horas necesarias de descanso para niños y adolescentes según su edad.

 

 El sueño es un evento fisiológico de gran importancia desde muchos puntos de vista, principalmente la memoria y el aprendizaje.

El sueño es todavía un tema del que las familias no son del todo conscientes. Por lo general, recién se preocupan cuando el niño tiene problemas para dormir”, apuntó la Dra. María Elena Mazzola, médica neuróloga infantil y subjefa de la Unidad de Medicina del sueño de Fleni. “Sin embargo, debería ser un tema de consulta habitual con el pediatra para saber cuánto y cómo debería dormir un niño desde que es bebé”.

¿Cuántas horas deben dormir los niños según su edad?

Si bien cada chico es distinto, los especialistas recomiendan entre 10 y 13 horas de sueño para los niños de 3 a 5 años en edad preescolar (que pueden estar repartidas a lo largo del día); entre 9 y 11 horas de sueño para los niños que asisten a la escuela primaria y entre 8 y 10 horas para los adolescentes de entre 14 y 17 años que cursan la secundaria.

Sueño y aprendizaje, dos variables que van de la mano

Pero, ¿cuál es la relación entre el sueño y el aprendizaje? Durante el sueño se produce lo que se llama un aprendizaje diferido, en el que no interviene la memoria consciente, y que significa que los circuitos que se pusieron en marcha en el momento en que aprendimos algo nuevo de día reverberan, es decir, empiezan a funcionar mientras dormimos. En otras palabras, se repite lo aprendido de manera inconsciente mientras estamos durmiendo.

Cuando este proceso se altera porque hay poca cantidad de horas de sueño o ese sueño está muy fragmentado (el niño se despierta varias veces), se ve afectada la memoria diferida, lo que conlleva problemas de aprendizaje. Por otra parte, los chicos que no tienen un dormir adecuado sufren de una somnolencia diurna excesiva. Pero a diferencia de los adultos, que cuando durmieron mal simplemente se sienten más cansados, el niño se hiperactiva para vencer ese sueño (se mueve más, está inquieto y desatento).

“Esa somnolencia diurna puede tener como consecuencia trastornos de conducta y confundirse muchas veces con el famoso trastorno por déficit de atención con hiperactividad (ADHD)”, indicó la doctora Mazzola. “Por otra parte, me parece muy importante destacar que los adolescentes que tienen un sueño poco reparador tienen más tendencia a sufrir accidentes, (sobre todo si manejan), debido a la somnolencia, y también tienen una mayor propensión a la depresión y al abuso de sustancias, desde despertadoras como el café a sustancias como drogas. También se observa una mayor tendencia al suicidio”.

¿Qué significa dormir bien?

Dormir bien significa la ausencia de insomnio. El insomnio se traduce en alteraciones del sueño que pueden ir desde las dificultades para conciliarlo (aquellos niños que no pueden dormirse por sus propios medios), las dificultades para mantenerlo (los niños que se despiertan varias veces en la noche) o los despertares precoces (aquellos niños que se despiertan, por ejemplo, a las cuatro de la mañana y no pueden volver a dormirse). Pero atención: los padres no deben alarmarse ante la aparición ocasional de alguno de estos factores, ya que es común que alguna vez un niño tarde en dormirse o se despierte por la noche. Sin embargo, hay que estar atentos a los patrones: si alguno de estos problemas persiste durante un periodo de tres meses o más, se considera que el niño tiene problemas con su sueño.

Consejos para el buen dormir

Hay algunas rutinas que pueden facilitar la conciliación y el mantenimiento del sueño durante la noche. Aquí, algunos consejos de los especialistas:

Tener rutinas más o menos estables a lo largo de los siete días de la semana. Los horarios para acostarse y despertarse no deben variar en más de dos horas durante el fin de semana en comparación con los de la semana. Por ejemplo: si de lunes a viernes el niño se despierta a las siete de la mañana, sábados y domingos no debería dormir más allá de las nueve de la mañana. Lo mismo rige para los horarios de las comidas. Por lo general, la segunda porción del día debería estar asociada a una mayor quietud, mientras que las actividades más estimulantes deberían estar reservadas a la primera porción del día.

Limitar el uso de las pantallas (televisores, tablets, celulares) a dos horas por día y tratar de no usarlas hasta dos horas antes de la conciliación del sueño. Los medios electrónicos desplazan el sueño por la sola presencia de otra actividad que requiere de la atención del niño (estar viendo videos en Youtube, por ejemplo), pero también por la interacción con pares mediante el dispositivo (el efecto estimulante de sostener conversaciones de Whatsapp con los amigos, por ejemplo). Además, la luz azul que emiten los dispositivos, igual a la que emiten fuentes naturales como el sol, tiene efectos sobre la secreción de la melatonina, que es la hormona que le indica al organismo que es la hora de dormir.

Promover el ejercicio físico diario pero evitarlo en horas cercanas a la noche. Cualquier actividad física, sobre todo si es lúdica, es recomendable en los niños, pero no debe realizarse hasta dos horas antes de la conciliación ideal del sueño porque aumenta la temperatura corporal y eso inhibe una de las señales fisiológicas del sueño, que es el descenso de la temperatura corporal.

Tratar de evitar los estimulantes después de las cinco de la tarde. Los niños no deberían consumir café, té, bebidas cola o chocolates, después de esa hora.