El glaucoma, una enfermedad silente que puede conducir a la ceguera

Typography

El término glaucoma refiere a un grupo de trastornos oculares que pueden dañar el nervio óptico, el cual está conformado por más de un millón de fibras nerviosas y es el encargado de enviar las imágenes al cerebro.

 

 "Esta enfermedad le va robando al ojo la visión de manera gradual. Por lo general no presenta síntomas al comienzo y puede ocasionar la pérdida total de la visión. Suele asociarse al aumento de la presión intraocular con el consecuente daño de sus fibras. La pérdida de la visión y la gravedad del cuadro depende de dónde ocurra la lesión del nervio óptico, y puede afectar a uno o a los dos ojos", explica la Dra. Laura Taverna, médica oftalmóloga de INEBA.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el glaucoma es la segunda causa de ceguera en el mundo. La mayoría de las personas son asintomáticas y cuando afecta la agudeza visual es porque el daño por glaucoma ya es avanzado. Por lo general comienza a manifestarse con una pérdida lenta y progresiva de la visión periférica del campo visual, y no hay edad para que esto suceda.

La parte anterior del ojo está llena de un líquido llamado fluido intraocular o humor acuoso que es fabricado por el cuerpo ciliar. El mismo sale del ojo por medio de la pupila y es absorbido hacia el torrente sanguíneo por medio del sistema de drenaje del ojo. Si este drenaje es adecuado, la presión del ojo se mantiene a un nivel normal.

La presión interna del ojo (presión intraocular) depende de la cantidad de fluido que se encuentre dentro del mismo. Si el sistema de drenaje del ojo funciona correctamente, el fluido sale libremente y la producción de humor acuoso en cantidades adecuadas mantiene la salud del ojo.

"En la mayoría de los tipos de glaucoma el sistema de drenaje del ojo se tapa y el fluido intraocular no drena bien. Al acumularse líquido se genera un aumento de presión en el interior del ojo que daña al nervio óptico y esto genera la pérdida de la visión", explica la especialista.

Si bien no suele presentar síntomas molestos o dolorosos, algunos indicadores son visión borrosa, dolor de ojos y de cabeza, náuseas y vómitos, la aparición de halos color arcoiris alrededor de luces brillantes y la pérdida repentina de la visión.

Ante cualquiera de estas situaciones es importante consultar con un médico. Si bien la enfermedad puede darse a cualquier edad - incluso en bebés - las personas que deben estar más atentas son las mayores de 60 años, personas con antecedentes familiares, miopes, pacientes con diabetes y quienes usan esteroides de manera prolongada.

Para su diagnóstico se requiere un examen completo del ojo que incluye una tonometría (estudio que detecta la presión ocular del paciente) y un fondo de ojos (para evaluar el nervio óptico).

"Actualmente se cuenta con una serie de exámenes complementarios que ayudan a la confirmación del diagnóstico de glaucoma, tales como campo visual computarizado, tomografía confocal del nervio óptico y tomografía de coherencia óptica de fibras nerviosas, entre otros", comenta Taverna.

Aunque la pérdida de fibras nerviosas en los pacientes afectados de glaucoma es irreversible; el diagnóstico precoz, basado en la detección temprana mediante chequeo oftalmológico y estudios complementarios, puede prevenir la pérdida de fibras nerviosas y mejorar el pronóstico de los pacientes afectados.

Existen tratamientos basados en la administración de colirios con efecto antiglaucomatoso, láser y/o cirugía, que tienen por objetivo mantener niveles adecuados de presión ocular, con el fin de preservar las fibras del nervio óptico y la visión del paciente.