Idealizo las relaciones y no puedo sostenerlas en la realidad

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Si tenés adicción a los amores poco posibles o si idealizás los vínculos, es hora de una pausa. ¿Será que de verdad querés tener un compañero de camino? ¿O hay otros temas en los que tenés que trabajar?

 

 Si tus relaciones nunca tienen los pies sobre la tierra puede que seas fan de Platón; lo concreto es que se te complica cuando de estar de a dos se trata. Las razones por las que estar en pareja puede resultarnos cuesta arriba son infinitas. Estamos atravesados por nuestra historia familiar: lo dicho, lo no dicho, lo deseado en nuestras familias también es parte nuestra. Saber qué pertenece a quienes nos antecedieron es un buen ejercicio para hacer en algún momento.

Si la historia de tu vida es una sucesión de amoríos en los que depositás altas expectativas y terminan en enormes desilusiones, es hora de preguntarte qué estás proyectando en esos otros y comiences a trabajar en vos. Atraemos en la frecuencia en la que vibramos.

Una de las cuestiones más recurrentes en materia de desencuentros sentimentales o de cualquier tipo tiene que ver con las expectativas. Está muy bien ilusionarse, porque esa es la esencia del amor. Ahora bien, las expectativas suponen un resultado predeterminado y, cuando las cosas no salen como queremos, pueden ser muy frustrantes.

Muchas personas aseguran querer estar en pareja, pero a la hora de una relación posible, salen corriendo. Algunos escenarios habituales: nadie llega a los estándares adecuados, la persona deseada no corresponde al amor, hay una imagen infantil de las relaciones, etc.

Cuando el encuentro siempre es esquivo, puede que no exista el deseo genuino de estar en pareja. Nada tiene eso de malo en tiempos en que los mandatos estallan en mil pedazos. El gran tema es tener en claro lo que se quiere y recordar que cuando no sabemos qué es lo que queremos, encontramos lo que no debemos.

Cuando nos conectamos con los demás desde la confusión, generamos aún más confusión y falta de entrega en el intercambio. Estar en pareja es una construcción gradual que invita a desarrollar la tolerancia, a sacudirle la túnica a nuestros fantasmas y, sobre todo, a salir de nuestra zona de confort.

¿Qué pasa cuando idealizamos a otro o a una relación?

Evitamos el compromiso; es que la intimidad puede asustarnos, enfrentarnos a nuestros miedos y a viejas heridas. Trabajar en nosotras es el gran desafío: no existe garantía de que no nos enfrentemos al dolor pero vale la alegría intentarlo.

El ejercicio de tomar lápiz y papel y escribir qué queremos para nuestra vida siempre funciona para el autoconocimiento. La letra escrita es muy potente, nos conecta con las emociones y permite que nos replanteemos las estructuras.

Si no podés sostener tus vínculos probá a responderte estas preguntas: ¿estoy dispuesto a compartir la cotidianidad con otro?; ¿cómo está mi relación conmigo?, ¿me siento en plenitud?; ¿cómo están mis lazos con los demás?. Quitá y agregá lo que quieras.

Siempre funciona andar por la vida con los sentidos despiertos, abriéndonos a nuevas posibilidades. Apps de citas como Match.com permiten que nos vinculemos con nuevas personas, con otras inquietudes, utilizando herramientas como los filtros de búsqueda. Y recordá: solo quien está bien consigo puede estar en un buen amor.

Más amor, por favor. Aprender a vincularnos amorosamente es un gran ejercicio para la vida.

¿Soltamos? Si nos animamos a dejar atrás lo que ya no nos suma, podemos dar lugar a nuevas personas y vivencias.

Fuera miedos: lo contrario del amor es el temor. Trabajar los miedos es el prólogo a un vínculo real.