La resiliencia es un camino a transitar

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Ser resiliente significa ser capaz de adaptarse a las circunstancias adversas, frustrantes, traumáticas, dolorosas, encontrar los recursos para sobreponerse para volver a mirar el horizonte, sumando en su haber lo vivido y aprendido como recursos y herramientas que podrá utilizar directa o indirectamente en otras situaciones, para sí o para otros.

 

 Hombres y mujeres tienen la posibilidad de desarrollar esta capacidad y poder hacerlo implica el conocimiento y la conciencia de uno mismo.

En el proceso generacional donde el rol de la mujer fue cambiando, en algunos casos, se ha tenido que vencer con las propias creencias sociales y de su entorno para dejar de pensarse como ”débil” y comprender lo que significa el fortalecimiento.

Hacerse a sí misma algunas preguntas ayuda a revisar en qué lugar se posiciona ante algo adverso como, por ejemplo:

¿Me quedo paralizada ante algo doloroso o traumático?

¿Intento en breve hacer algo, buscar ayuda, recursos o hacer mis propios intentos?

¿Cuáles son las circunstancias de mi vida que me han resultado difíciles o dolorosas?

¿Cómo las resolví? ¿Las resolví? ¿Pedí la ayuda necesaria? ¿La busqué en los lugares o personas adecuados? ¿He aprendido en el transcurso de las situaciones acerca de mí y de otros?

¿Siento que salí fortalecida?

La respuesta a este tipo de cuestionamiento puede arrojar datos significativos de nuestro potencial. Algunas veces podemos llegar a asombrarnos de nuestras propias capacidades, parecería que hasta que no las ponemos a prueba, no somos conscientes de ellas. Sin embargo, es bueno saber quiénes en verdad somos ya que eso nos dará mayor confianza en lo que sí podemos, de lo que sí somos capaces.

Debemos luchar con nuestros falsos prejuicios, y en un debate interno más de una vez nos cuestionamos si seguir adelante significa que no duele o que sintamos menos, cuando claramente son dos aspectos diferentes, donde uno no invalida al otro.

Características que posee o va adquiriendo una persona resiliente

La persona resiliente, tendrá una mirada positiva de la vida y sus circunstancias. A menudo en lugar de preguntarse por qué le sucedió lo que le sucedió, suele preguntarse qué debe hacer ahora con esto, o para qué le aconteció.

Esto en primera instancia habla de un pensamiento realista, que intenta aceptar lo que acontece, para ver a continuación cuáles son los pasos a seguir.

Cuando hablamos de pasos a seguir estamos hablando de seguir proyectándose hacia el futuro, aunque más no sea la inmediatez, pero sí con la esperanza de poder sobreponerse.

Esperar, de alguna manera significa confiar, la persona resiliente aprenderá a confiar en sí y en otros. Su adaptación le permitirá flexibilizarse y dar prioridad a lo más urgente, o esencial.

La capacidad para frustrarse y volver a intentar será bastante amplia y algunas veces, en esos nuevos intentos, se siente que se va nutriendo y fortaleciendo en el andar.

La perseverancia en sus convicciones, la mirada certera y criteriosa de la realidad,  mirar los obstáculos como escenarios para el aprendizaje: la idea es seguir sumando para el futuro y junto al optimismo, serán buenos pilares para construir este camino de ida.