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Jue, Abr

El intestino: el segundo cerebro del bebé. La importancia de cuidar la salud digestiva

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Debido a su tamaño, complejidad y conexión a través de neurotransmisores en común, el intestino es considerado "el segundo cerebro del bebé". Además de las funciones básicas de digestión y absorción de nutrientes, la panza –como comúnmente se lo llama– contiene 100 millones de neuronas que secretan diversas sustancias químicas, gracias a las cuales se regulan el humor, la memoria, el sueño y la saciedad, entre otras cosas.

 

Pero no sólo eso: el intestino también está poblado por la llamada microbiota o flora intestinal, compuesta por más de 1.000 especies de bacterias. Aunque se las suele asociar con enfermedades, la realidad es que las bacterias del sistema digestivo son grandes aliadas de la salud humana, ya que cumplen un rol imprescindible para el correcto desarrollo y mantenimiento del organismo.

Se sabe que los primeros 1000 días de vida –que van desde la concepción hasta los dos años– impactan de manera decisiva en la salud futura del bebé, y la nutrición en ese período juega un rol clave para el desarrollo del potencial del niño y es fundamental para mantener el equilibrio de la flora intestinal. "Según la evidencia científica, la microbiota comenzaría a formarse al momento de nacer. De allí la importancia de estimular la realización de un parto natural o vaginal, ya que eso determina la presencia de una microbiota determinada, favoreciendo lo que se denomina mayor tolerancia oral", explica el Dr. Francisco Follett (MN 75175), Jefe del Servicio de Gastroenterología y Nutrición Pediátrico del Hospital Universitario Austral, quien añade que "la preservación de la microbiota, mediante una forma de parto adecuada, la lactancia materna y una correcta utilización de antibióticos disminuye las posibilidades de alergia alimentaria o enfermedades inflamatorias del tubo digestivo en general".

Por su parte, la Dra. María del Carmen Toca (MN 58254), gastroenteróloga pediatra del Hospital Nacional Prof. Alejandro Posadas y Directora de la carrera de Gastroenterología Pediátrica de la UBA, agrega: "Una flora intestinal variada y sana permite minimizar los trastornos gastrointestinales tan clásicos en el primer año de vida: cólicos, constipación y regurgitación. El llanto, tan habitual en esta etapa, se interpreta en relación a ellos como dolor o malestar de origen digestivo, generando preocupación en los padres, conductas inapropiadas como sobrealimentación, interrupción de la lactancia, múltiples cambios de fórmulas, innumerables consultas y medicaciones innecesarias".

Una buena alimentación y el llevar hábitos saludables permiten mantener, mejorar y cuidar la microbiota, cuya composición es única para cada individuo. En los bebés, "la lactancia materna es fundamental para preservarla, sobre todo en el primer año de vida. En las fases posteriores de alimentación es importante mantener una dieta equilibrada. En ciertos casos, la introducción de los denominados alimentos funcionales, en la forma de prebióticos, contribuye a una microbiota variada y suficiente", sostiene el Dr. Follett. Y resume: "En los últimos años se empezó a considerar a la microbiota como otro órgano que llevamos 'a cuestas', tanto por la cantidad y variedad de especies de bacterias que contiene, como por su propia masa y capacidades metabólicas que se asemejan a las del hígado".

El organismo humano contiene alrededor de 100 trillones de bacterias (a ellas se deben alrededor de 2 kilos del peso total del cuerpo), que constituyen el 90% del total de las células (apenas el 10% restante son células humanas). Mantenerlas en equilibrio es la clave para gozar de una buena salud.