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Jue, Abr

¿Cuánto te permitís cambiar? ¿Cuán flexible creés que sos?

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Usualmente escuchamos hablar de los cambios, de la necesidad de realizarlos o de modificar situaciones y hechos que no funcionan, pero hablar de esto y, hasta inclusive, repetir estas frases a manera de slogans, no equivale a que realmente seas una persona flexible y tengas facilidad para adaptarte a los cambios o cuestiones diferentes que se presentan en el camino.

Para registrar si sos capaz de adaptarte con soltura a escenarios distintos en tu vida, es fundamental tener un registro de qué tipo de paradigma es el que está rigiendo tu manera de pensar y actuar.

Por paradigma hago referencia a modelos de pensamiento, a esquemas compuestos por valores, ideologías y creencias que condicionan la manera de pensar, tomar decisiones y actuar.

¿Vos tenés claro bajo qué paradigmas estás funcionando? ¿Podés darte cuenta si es bajo una mentalidad de crecimiento o una mentalidad fija?

Describiré brevemente los puntos más destacables de ambos tipo de mentalidades.

Mentalidad fija: es la que sostiene que la inteligencia que una posee está dada de antemano, o sea, que naceríamos con, sin o con poca de ella. Este tipo de pensamientos funciona en términos absolutos, es decir que consideran que en la vida se triunfa o se fracasa, sin “grises”. Predomina una identificación con el evento, si una fracasa automáticamente se considera incapaz, fracasada, todo se mide de manera absolutista y no parcialmente. De acuerdo a este pensar, se tiende a tener una actitud que abandona tras los errores, por considerar que eso no se puede revertir. Se cree que hay una cantidad limitada de éxito y que no todos pueden acceder a éste.

Mentalidad de crecimiento: es la que considera que la inteligencia se puede desarrollar a través de los errores y no es algo fijo sino evolutivo. Tiene en cuenta posturas que avalan el “no por ahora”, ya que considera que lo importante es la perseverancia, lo que no se consigue en el aquí y ahora más adelante se logrará. A este tipo de mentalidad lo estimula el reto y no considera al fracaso como algo determinante y negativo sino como la aparición de posibilidades y nuevas oportunidades. Se premia la actitud, el esfuerzo y la constancia. Se considera que no hay límites para el progreso y la posibilidad de crecer.

Si bien, en líneas generales, cada persona puede tener características de ambos modelos de pensamiento, lo que sucede es que hay un predominio de un tipo de mentalidad y que, a su vez, hay momentos, en diferentes etapas de la vida, en que se está más en una que en la otra.

Ahora bien, ¿qué es lo que tenemos que hacer para distinguir en qué tipo de mentalidad estamos y en cuál es la que nos conviene estar para lograr los resultados que anhelamos?

Claramente responder a la segunda pregunta es sencillo; la mentalidad de crecimiento es la que nos permite evolucionar, avanzar, realizar cambios, ser flexible y adaptarnos con mayor facilidad. La mentalidad fija es la que nos paraliza, nos estanca en una “zona de confort” en la cual el miedo a accionar de manera diferente es el mayor aliado.

Entonces, ahora el punto importante es saber cómo registramos en qué tipo de mentalidad estamos predominando. Para esto es importante poder escucharnos, es decir, estar atentas a las conversaciones que tenemos con nosotras mismas. ¿Qué nos decimos ante los hechos que vamos realizando, ante los obstáculos que se nos presentan, ante los errores y los aciertos? ¿Somos determinantes en nuestros comentarios y calificaciones? ¿Creemos en la posibilidad de aprender de los errores o consideramos que una vez que fallamos en algo, no hay posibilidad de aprender y crecer? Las respuestas que tengas a este tipo de preguntas son las que te orientarán para detectar qué tipo de mentalidad es la que predomina en vos y en función de este paradigma que te rige, podrás saber cuán flexible sos y a qué responde el hecho de que tengas o no, capacidad de realizar cambios y adaptarte a situaciones novedosas.

Tené siempre en cuenta que sos el artífice de tu propio destino, es decir, sos vos la que decide qué rumbo querés tomar, a qué modelo adherir y qué ideologías rigen en tu vida. Una vez que detectes dónde estás parada, podés decidir si continuar en esa misma dirección o torcer el rumbo y avanzar hacia el camino que mayor plenitud te genere.