Talleres de fotografía: un espacio para iniciarse, que crece

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Algunas veces surge a partir de la compra de una cámara a la que no se le está sacando provecho, otras se aproxima un viaje y se busca guardar mejores recuerdos fotográficos. En todos los casos, ese germen que acerca a la curiosa al taller de fotografía se transforma en algo más que un aprendizaje técnico. “En general lo que sucede es que descubren que la fotografía les aporta una mirada mucho más sutil, más sagaz. A mucha gente, sobre todo la que viene de una vida muy rutinaria y convencional, le abre muchísimo la cabeza. Hay algo del poder transformador del arte que resulta muy poderoso”, señala Claudia Marcu, fotógrafa y docente, que hace ocho años lleva adelante talleres de fotografía junto a su padre, Michel Marcu.

 

 

¿Por qué un taller de fotografía?

Clase a clase, cuenta la fotógrafa, los participantes del taller empiezan a ver un progreso notable en sus fotografías, lo que los motiva para seguir avanzando. Además de la formación, encuentran un espacio de autoconocimiento en el taller: “El año pasado una alumna comenzó con el taller básico y después se enganchó con otros. Un día me contó que durante una sesión de terapia había llegado a la conclusión de que antes solo mataba la tarde hasta la hora de cenar y después de acercarse a la fotografía se pasaba el día ansiosa por llegar a la casa y ponerse a editar o salir a sacar fotos”, cuenta Marcu. “Cuando escucho esas cosas me siento llena y feliz de ayudar un poco a que la vida de algunas personas sea más plena”, agrega.

 

La primera cámara de fotos

Suele pensarse que para empezar un taller es necesario tener la mejor cámara, sin embargo, considera Marcu, “lo fundamental para ser un buen fotógrafo no es gastar un  montón de dinero en una máquina sino aprender a mirar en lugar de sacar de a millones de fotos de forma automática”. En ese sentido, la fotógrafa aconseja: “es importante prestar atención y preguntarse por qué se saca cada foto, y llevar la cámara siempre encima para estar lista”.

 

Si estás pensando en invertir en una cámara, lo primero es pensar qué uso le vas a dar. “La verdad es que tiene mucho que ver con el estilo de vida que lleva cada persona y qué le gusta fotografiar. Por ejemplo, hay gente que viaja con cámaras pesadísimas y varios lentes, yo, por ejemplo, prefiero viajar liviana”, comenta Marcu.  Para la fotógrafa, un modelo básico de una cámara réflex es más que suficiente para comenzar, en tanto se puede experimentar con distintas herramientas, que es muy limitado de realizar con una cámara automática.

 

¿Cómo elegir un taller?

Transmitir conocimientos y experiencias es mucho más que ofrecer información bajo el aspecto de tablas, recetas o tips. “Enseñar, podríamos decir, es compartir el proceso mismo por el cual nosotros, como maestros, incorporamos aquellos conocimientos y experiencias”, destaca Marcu.

 

¿Y cómo sabe el que busca aprender que se encuentra frente a alguien que tiene algo para compartir? Lo primero es conocer la obra de quien podría enseñarle, ver cuál es la substancia con que se nutre el autor, ya que solo la obra garantizará que haya algo para aprender.

 

Además, los programas de los cursos funcionan como una buena guía para decidir si es lo que se busca. “En fotografía es necesario ver los programas que se ofrecen, más allá de los contenidos básicos, éstos sólo significan algo cuando quienes los transmiten proponen una idea clara de los objetivos fundamentales del curso, cuando el método de enseñanza contempla la participación activa de la sensibilidad e inteligencia del alumno, cuando los contenidos van más allá de lo que puede encontrarse en cualquier manual de fotografía y proceden del bagaje mismo de experiencias de los maestros”, sostiene la fotógrafa.

 

Encontrar la mirada propia

Los talleres de Claudia y Michel proponen un enfoque muy personal y buscan que los participantes encuentren su propio estilo, su propia mirada. “No enseñamos a fotografiar como nosotros lo hacemos, no queremos crear un ejército de ‘Marcus’. Nuestro objetivo es descubrir qué hay en cada uno y ayudarlo a desarrollar su propia forma”, explica la fotógrafa. En sus cursos se da la iniciación a la disciplina y sucesivos niveles avanzados de perfeccionamiento, se brindan talleres especializados en retrato, teatro, iluminación, paisaje, nocturno, fotografía de obras de arte y, por supuesto, las técnicas imprescindibles de edición de imágenes (léase Photoshop). 

 

Su próxima muestra

A partir del próximo 4 de agosto y hasta el 28 del mismo mes, el Centro Cultural Borges exhibirá la serie fotográfica La danza del viento, de Claudia Marcu. La exhibición consta de 10 imágenes en blanco y negro sobre lienzo que retratan el trabajo, el andar o la música sobre la que se mueve el viento en distintos escenarios: una cortina se escurre por fuera de una ventana; una ola rompe con fuerza contra las piedras y un pastizal se revuelve en la oscuridad de la noche.

En línea con su serie previa, La danza de lo efímero, el lente de Marcu rescata los momentos en los que nada y todo ocurren al mismo tiempo. La Danza del Viento se compone de una decena de instantes en los que lo cotidiano manifiesta toda su belleza.

Sobre Claudia Marcu:

Claudia Marcu se formó como diseñadora de imagen y sonido en la Universidad de Buenos Aires. Sus obras pasaron por salas del Centro Cultura Ricardo Rojas y Centro Cultural Recoleta. Fue seleccionada para el “Premio Bienal AAGA a las Artes Visuales” en 2003 y 2007 mientras que en 2008 la eligieron para el “Premio Bienal Fotografía Arte x Arte. Además de realizar trabajos personales, de estudio, comerciales y de espectáculos, se dedica a la docencia. Desde hace 8 años dicta talleres junto a su padre, con quien comparte su vocación por la fotografía.

Para más información:

         http://claudiamarcu.com/