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Jue, Mar

¿Cuál es la receta para tener una pareja para toda la vida?

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Los votos matrimoniales varían de acuerdo a los credos pero coinciden en algunos puntos fundamentales: el amor, la honestidad, la sinceridad, el respeto, el sostén y el cuidado del otro, tanto en la salud como en la enfermedad. Pero, ¿qué pasa después de las promesas? ¿Hay recetas homogéneas para que el amor dure "hasta que la muerte nos separe"?

En la época de nuestros abuelos, una separación matrimonial representaba casi una tragedia a nivel social y familiar. Hoy en día, es muy común que se tengan al menos dos parejas importantes en el transcurso de una vida. Todo cambia, pero lo que se mantiene en el tiempo es el "mecanismo" del amor.

La doctora Helen Fisher, especialista en la ciencia de la atracción humana y experta del portal de citas Match.com, sostiene que existen tres estadios en el amor:

El deseo: está impulsado por las hormonas sexuales testosterona y estrógenos.

 

La atracción: el tiempo del enamoramiento en que intervienen la adrenalina, la dopamina y la seratonina. Se trata de ese estado que las neurociencias suelen describir como similar al que producen las adicciones. Las personas enamoradas suelen creer que su relación es muy especial, diferente a la del resto, algo que resulta necesario para pasar al período siguiente.

 

La unión: es el lazo que hace que se construyan nuevas estructuras familiares y que las parejas se consoliden.

La mayoría de las personas sostiene que la fidelidad es un requisito indispensable para que el amor no muera. Los números avalan esta creencia mayoritaria aunque existen "contratos" de pareja que aceptan relaciones sexuales que no sean de exclusividad, por ejemplo.

Para que una pareja se sostenga parece hacer falta bastante más que la mera fidelidad. Estos son algunos de los ingredientes imprescindibles para que la construcción sea sólida:

Respeto: es la base de cualquier relación. La lealtad, el intercambio de opiniones en tono amable, la aceptación de la diferencia, evitar herir al otro y, sobre todo, "registrar" sus necesidades.

 

Tolerancia: nadie es perfecto y, para poder relacionarse, hay que entender, minimizar las situaciones de choque y, fundamentalmente, aprender a perdonar y a "soltar" los rencores.

 

Empatía: la capacidad de ponerse en el lugar del otro, a sabiendas que ese ser es, básicamente, distinto a nosotros. Que tiene otra historia, otra personalidad y diferentes modos.

 

Comunicación: para poder establecer un buen ida y vuelta hace falta un interlocutor válido y apuntar al diálogo enriquecedor. Quien sabe comunicar, sabe escuchar sin agresiones, prejuicios ni deseos de ganar en los argumentos, sino de nutrirse.

 

Erotismo: la sexualidad, como otros aspectos, debe ser estimulada. Así como durante el enamoramiento el sexo está en el aire, hacer que la pasión se mantenga es vital para que dos personas puedan compartir su vida por muchos años.

 

Intimidad: muchos hombres y mujeres necesitan "ruido" permanente para sentirse bien. Aunque ambos sean muy sociables, lo ideal es alternar los espacios de mucha sociabilización con momentos de encuentro a solas.

 

Aceptación: todos vamos cambiando, nuestro cuerpo y carácter se modifican, nuestras circunstancias varían y entenderse y acompañarse en el transcurso de estos procesos hace que dos personas puedan evolucionar y crecer de a dos.

Apoyo: una pareja es un equipo. Cuando uno flaquea, el otro sostiene y viceversa. El compañerismo, el incentivo y el reconocimiento son imprescindibles en un lazo sentimental.