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Mié, Abr

Festejar San Valentín, hace bien

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Aunque cada uno puede tener su propia definición del amor, desde el punto de vista biológico es un fenómeno integral que involucra el cerebro y los órganos productores de hormonas, como la hipófisis y la glándula adrenal.

En el amor participan varios mensajeros químicos que proporcionan una gama de sensaciones que van desde el placer, la euforia, la confianza y la seguridad, hasta la ansiedad, la obsesión y la depresión. Es un fenómeno que incluye patrones conductuales, cognitivos y emocionales característicos.

Todas estas sensaciones y conductas complejas que se viven en el amor han llevado a los investigadores a estudiar cada uno de sus componentes y conocer de este modo las bases biológicas que lo sustentan.

Desde el punto de vista biológico, podemos distinguir básicamente dos tipos de amor, el amor de pareja o romántico y el amor filial (maternal o paternal), ambos son fundamentales para la supervivencia de la especie.

Entre dos personas, la primera etapa se conoce como “el enamoramiento”, donde ocurren cambios fisiológicos impresionantes en el organismo. Se modifica la producción de hormonas, cambia de manera notable el estado de ánimo e incluso se llega a tener una percepción diferente de la realidad.

Se ha encontrado que en los primeros meses de enamoramiento hay un aumento en los niveles de cortisol, una hormona esteroide relacionada con el estrés. Además, en el hombre disminuye la producción de testosterona, una hormona sexual que es más abundante en el hombre que en la mujer, mientras que en la mujer aumenta, lo cual hace que el hombre modifique un poco su conducta y se muestre más tranquilo, mientras que la mujer puede estar más alerta o incluso agresiva.

Se sabe que los enamorados presentan estados de ansiedad y estrés moderados que se manifiestan a través de un aumento en la sudoración, la presión arterial, el ritmo cardíaco (palpitaciones) y en los movimientos peristálticos intestinales (las famosas "mariposas en el estómago"). Mientras estos cambios fisiológicos sean moderados, el enamoramiento es benéfico para la salud: es un estado muy motivador, inspirador y reconfortante que mantiene a la gente alerta y optimista. Se sabe que a la larga, después de esta etapa incierta que es el enamoramiento, el amor reduce el estrés. 

Existe en el cerebro un sistema de comunicación, conformado por diferentes estructuras interconectadas, que se conoce como sistema límbico, y es el que permite experimentar toda la gama de emociones que se presentan en la vida.

En sujetos muy enamorados, la presentación de fotografías de la persona amada activa regiones del cerebro relacionadas con emociones positivas, que causan bienestar, como la ínsula, la corteza del cíngulo y los núcleos caudado y putamen. Al mismo tiempo se inactivan otras regiones cerebrales, como la amígdala y la corteza cerebral frontal y prefrontal, que se asocian al miedo, la tristeza y al establecimiento de un juicio crítico de la conducta y las intenciones de las otras personas. Esto parece relacionarse con el hecho de que cuando se está enamorado todo o casi todo parece ideal en la pareja; confirmando que "el amor es ciego".

Dada la gama de sensaciones que involucra el fenómeno del amor, no cabe pensar que exista "la molécula del amor"; sin embargo, sí hay sustancias íntimamente ligadas a los estados emocionales que se presentan en el amor romántico y en la conducta maternal, además de ser fundamentales en el establecimiento de los lazos afectivos entre los individuos. Estas sustancias son algunas hormonas como la vasopresina y la oxitocina, neurotransmisores (moléculas encargadas de la comunicación entre las neuronas) como la dopamina y la serotonina, y los opiáceos endógenos —moléculas producidas en nuestro cerebro relacionadas con las sensaciones de placer y la disminución del dolor— como las endorfinas y las encefalinas.

Por ejemplo, la vasopresina, también llamada hormona antidiurética, participa en la regulación del contenido de agua de nuestro cuerpo, mientras que la oxitocina es esencial para el trabajo de parto y la lactancia. Además de estas funciones, se ha encontrado que ambas participan en el despliegue de conductas sociales, el establecimiento y el mantenimiento de los lazos entre la madre y su hijo, y entre las parejas.

En el caso de la serotonina, la dopamina y las encefalinas, se sabe que participan en la generación y reforzamiento de muchas de las emociones que se presentan durante las relaciones amorosas a través de su acción en las estructuras cerebrales relacionadas con el placer y las sensaciones de recompensa. Se sabe también que estos mensajeros químicos pueden regular la producción y los efectos de la oxitocina y la vasopresina.

En los últimos años varios grupos de psicólogos han descubierto que entre los ingredientes que dan mayor solidez a una relación de pareja por un tiempo considerable son la comunicación, el compromiso, la confianza, la intimidad y la celebración de los momentos importantes para uno de los miembros de la misma, más que el apoyo en situaciones desfavorables.

Por estas mismas razones, para permanecer bien en pareja no queda lugar a dudas sobre la importancia de compartir momentos felices.