Nos han educado pensando en la felicidad como algo a lo cual hay que llegar sí o sí, como si fuera un logro a alcanzar, una meta en la vida. ¿Pero qué es en verdad la felicidad? ¿Cómo y dónde se busca? ¿Somos todos felices por las mismas cosas?
Felicidad, para cada una de nosotras, seguramente, tenga un significado distinto, y esto tiene que ver mucho con las vivencias que hemos transcurrido a lo largo de la vida y con los gustos personales. Pensar en la felicidad como algo “grande”, por decirlo de alguna manera, se nos hace aún más inalcanzable y si no lo logramos, tendemos posiblemente a frustrarnos.
Ahora bien, si dejáramos de la lado la palabra felicidad, y nos dedicáramos a ver qué cosas nos hacen felices, nos alegran el día, nos dibujan una sonrisa, nos ponen de buen humor, seguramente encontraremos muchas y más cerca nuestro.
Quizá de eso se trate, de vivir y ser conscientes de esa búsqueda, la de los pequeños “grandes” momentos que la vida nos pueda regalar. Esos que a veces son tan cotidianos que los dejamos pasar. Esos que hacen que nuestro organismo sienta una sensación de bienestar, una paz interior, una armonía especial.
De esos momentos podemos estar llenas si realmente los observamos con otros ojos, si nos detenemos a mirar desde otro lugar, y no pensando en la felicidad como un estado pleno de alcanzar algún día de nuestra vida, sino como momentos que se presentan a diario, que son nuestros, que nos pertenecen por completo, que hasta podemos generarlos nosotras mismas, desde el disfrutar de un paisaje, del sol, de la lluvia, de la naturaleza y todo lo que ella nos puede regalar, hasta estar con alguien que nos haga sentir bien, o hacer eso que nos gusta, que nos da placer.
Es muy importante tener esos momentos, hacer algo que nos gratifique, en donde nos dediquemos a nosotras, y nos olvidemos por un rato de todo lo demás donde escapemos a la rutina diaria que nos agota, en donde nos conectemos con los más íntimo de nuestro ser.