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Jue, Abr

Mamita querida

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El sentimiento hacia un hijo comienza a constituirse a partir del deseo de ser madre, aún antes de la confirmación del embarazo y, en el caso de la adopción, en el momento en que ésta se decide. La madre y el padre “crean” al hijo y al vínculo que establecerán con él, imaginan al futuro bebé y lo van configurando en sus pensamientos y emociones.

Al dar paso a la maternidad muchos sentimientos diferentes, aunados o encontrados pueden surgir en la mujer-madre. Algunos tienen que ver con su propia historia, otros con la capacidad de aceptación y la de acomodarse con lo nuevo, con la llegada de un ser que se encontrará en total dependencia afectiva y de cuidados.

El vínculo madre-hijo es un modelo fundante

Es el primer vínculo que se establece y por lo tanto da forma e inaugura el sentir propio y el sentir con el otro.

A través de esta primera relación interpersonal, un bebé comienza a percibirse a sí mismo en todas sus dimensiones, al otro y al mundo.

Tan importante es este vínculo, que ayuda a construir las bases del psiquismo, por lo tanto da forma y deja huella.

Si en la mamá se desarrolla un amor maduro, auténtico y generoso hacia el/la pequeño/a, muy tempranamente ella entenderá la responsabilidad amorosa que implica este nuevo rol en su vida, que va más allá de las horas de descanso y vigilia del día, sino que acompaña la existencia misma, su crecimiento, desarrollo y despliegue.

Una vez que alcanzás a ser la “mamita querida”, lo serás hasta el último minuto de tu vida.

Cómo la madre mire a ese niño o niña, cómo lo sostenga, contenga, entienda y le ayude a entender al mundo y cuán saludablemente lo ame, va a influir de manera sensible y significativa en el pequeño.

Amar a los hijos con sus posibilidades y limitaciones, errores y aciertos, tan sólo amarlos por ser ellos, será un muy buen punto de partida y de llegada. Es preciso entender que ellos no vinieron para dar respuestas a las expectativas de sus progenitores, sino que están para ser acompañados y guiados por ellos, para poder encontrar sus propias respuestas. Su propia razón de ser.

Si esta “mamita querida” logra comprender que para todo habrá un tiempo, y que en el tiempo van los procesos con sus idas y vueltas y que en cada vuelta están escondidos los aprendizajes, desarrollará en ella la sabia paciencia para la buena espera, ayudando a construir un lazo confiable y lo suficientemente flexible que habilite al mismo tiempo los límites adecuados para el sostén y la libertad individual necesaria para poder crecer.

Justamente dejar crecer duele, porque comprobamos que al mismo tiempo que los hijos van creciendo, nos van necesitando menos. Pero no hay que temer o angustiarse. El amor no es necesidad, ni dependencia, esos aspectos lo que hacen es invalidar a las personas y vulnerabilizarlas. La autonomía, la confianza y la madurez en un ser, se irán consolidando con adultos que vayan creando los espacios para que así lo logre.

Este amor materno y paterno, algunas veces debe sortear los propios temores para que en las distintas etapas que atraviesan sus hijos los puedan ir soltando de apoco, dejar que estos, que en un momento inicial fueron totalmente dependientes, se vayan fortaleciendo y desplegando para que un día también fundante, inicien su airoso vuelo.

Sin embargo, aunque los veas muy chiquititos en el horizonte y muy grandes en su cercanía y presencia siempre, siempre serás su “mamita querida”.