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Jue, Mar

¡Escuchame cuando te hablo! (Para leer en pareja)

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Muchas mujeres se quejan de no ser escuchadas por sus parejas y esto no solo las decepciona y las enoja sino que el “no escuchar” deteriora el vínculo”. Cuando hablamos de vínculo hablamos de relación de afecto, comunicación y acción que enlazan a una o más personas.

Para interrelacionarnos con los otros, nuestras percepciones juegan un papel importante. Qué y cómo percibimos a la otra persona puede ser determinante para establecer cierto tipo de relación.

Sentir que somos aceptadas o rechazadas, juzgadas, amadas, etc, a través de actitudes que el otro tiene para con nosotras resulta, a la hora de relacionarnos, un significativo condicionante. Sin embargo muchas actitudes, silencios, gestos nos hace sentir la “indiferencia”, y este sentimiento puede ser devastador para una misma, como para el vínculo que tenemos con la otra persona.

La indiferencia puede percibirse ante la inmutación de lo que se acaba de expresar o mostrar, como también por el simple hecho de no hacer contacto con la mirada del otro. Esto último puede hacernos sentir que no nos están escuchando. Podemos decir que la mirada, la escucha, la palabra y el tacto son recursos muy poderosos a la hora de comunicar y relacionarse con las otras personas.

La escucha atenta y el mirar a los ojos, puede ayudar a comprender de manera eficaz y empática qué le acontece a quien tenemos delante nuestro, es decir que observando podemos llegar a captar más de lo que concretamente dice.

En algunas parejas conformadas por hombres y mujeres, las mujeres suelen quejarse de no ser escuchadas. Esto las hace sentir desvalorizadas, ya que aparentemente la mayor parte de lo que dicen parecería no ser registrado por su compañero. Es aquí donde el sentimiento de ser ignorada aparece y perjudica notablemente su autoestima y su relación con el otro aflorando, quizás, el resentimiento, enojo o angustia.

Esto que aquí se plantea no es exclusivo de la mujer; esta situación puede hacerse extensiva a cualquier persona que comúnmente se sienta ignorada en “su decir”. Es preferible una discusión o debate por el desacuerdo de lo que se expone, que nada misma, la indiferencia o hacer como que nada pasó.

¿Cómo lo resolvemos?

Estas formas conflictivas, algunas veces se trata de simples modismos, pueden ser modificadas solo con el reconocimiento de lo que ocurre y el planteo adecuado. Es decir, hablar desde el propio sentir,  cómo me siento yo, cuando creo o siento que no soy escuchada.

Otro de los factores que puede incidir sobre este tipo de hábitos, es la dinámica de la pareja en relación a entradas y salidas del hogar, lugares de encuentro, con quienes se convive, horarios laborales y las necesidades propias de espacios individuales reducidos o inexistentes de cada uno de los integrantes. En la convivencia es necesario que cada uno exprese sus propias necesidades y qué momentos son los más apropiados para el “encuentro” de ambos.

Sucede que muchas veces las mujeres permanecen más tiempo solas en sus casas o con los niños y esperan ansiosamente la llegada de su enamorado para compartir y comentar lo acontecido. Pero resulta que él, estuvo todo el día fuera de su hogar hablando y dando respuestas atendiendo la demanda en su entorno. Quizás solo espera llegar a su hogar para encontrar un momento de mayor tranquilidad y, hasta incluso, algún silencio para poder reacomodarse y continuar. Esto tan simple es necesario expresarlo y acordar, alcanzarle al compañero cuál es la necesidad y el sentir. Planificar juntos los espacios de diálogo genuino, donde en lo posible no sean interrumpidos, donde las miradas y la voz se encuentren para informarse, expresarse, acordar y entenderse.

En la pareja saber que una va a contar con ese momento del cafecito o el mate compartido, aunque haya cosas que los lleven a ciertas diferencias que tendrán que sortear, puede ser altamente aliviador.

El vacío de la indiferencia nos acerca a la angustia de sentir la “no existencia”.

Todos los seres humanos necesitamos que nos miren, nos escuchen y nos reconozcan en las devoluciones que nos puedan dar, desde un gesto, una mirada, un silencio, o una palabra, algo que indique que lo que dijimos o hicimos fue recepcionado.