El embarazo y las emociones femeninas

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Son muchas las emociones que conviven en las mujeres cuando se embarazan. Desde luego que lo que sientan, influirá no sólo en su personalidad, sino también en su historia, en su experiencia de vida respecto a su propio vínculo materno, como así también en  el acervo socio-cultural de su entorno.

 

Por otra parte, ser madre y llevar a cabo el embarazo de un hijo deseado, no es igual a quedar embarazada inesperadamente. En este último caso, aún cuando la pareja sea estable, probablemente deberá vivir la frustración, reacomodar y/o posponer algunos de sus proyectos y disponerse para esperar a su niño/a.

En estos últimos casos, algunas veces la aceptación del nuevo ser, puede tardar en llegar. Incluso inicialmente la futura madre puede sentir enojo con la situación. Esto no la convierte ni en buena ni en mala persona. Pero sería apropiado que tuviera un espacio para expresar y elaborar aquello que la frustra y/o enoja.

La transformación que sufrirá el cuerpo y sus consecuencias, también suele angustiar a las mujeres. Especialmente a aquellas que no se sienten seguras de sí mismas, el temor a ser rechazadas o no aceptadas por su pareja será “un fantasma”, que estará presente hasta el momento  en que pueda comprobar otra cosa.

Los encuentros amorosos con la pareja pueden también estar teñidos de temores, pudores y disminución del deseo sexual. Es necesario saber que éstas son características que, a menudo, pueden presentarse y que necesitan del acompañamiento y comprensión del futuro padre. Hablar  sobre estos temas, y, si es necesario, buscar ayuda profesional, será un valioso aporte para una solución o mejora.

Cuando la autoestima de la futura madre se ve afectada, pueden incrementarse los miedos, angustias y ansiedades en relación a que no se sentirá segura de poder brindarle a su hijo lo que necesite o demande. Teme no saber qué hacer, y no poder darse cuenta de una situación y otra.

Cuando cabe la posibilidad de planificar el nacimiento de un niño, transitar los nueve meses de espera, pueden ser experimentados desde una emocionalidad madura y saludable que le permitirá a la futura mamá acomodarse y adaptarse a este nuevo rol que no dejará hasta el último de sus días. Es que justamente la maternidad y paternidad emocionalmente se presentan como una situación irreversible.

Hablar con la pareja de aquello que preocupa, de cómo se organizará el futuro en relación a una misma, a la pareja y al nuevo ser, puede resultar beneficioso y alentador para hallar de manera compartida las respuestas más adecuadas.

En la mujer, prepararse  para la espera y la llegada de un hijo, es comenzar a generar uno de los espacios emocionales más generosos en sí mismos. Gestar en el propio cuerpo una vida, ceder deseos, gustos, planes en pro del cuidado necesario, para luego comprender su sentir, y el sentir del nuevo ser, son actos de generosidad afectiva que vividos desde el entendimiento y equilibrio, ayudan a disfrutar con plenitud de esta nueva etapa y comprender el milagro de la vida humana y de la más desafiante pero maravillosa tarea de ser madre.