Animarse a salir. La aventura de cada análisis

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“No sé lo que me pasa, me cuesta mucho levantarme a la mañana, no tengo ganas de nada, duermo mal y lloro por cualquier cosa. Estoy mal, muy irritable, muy angustiada”. O, “la psicóloga del trabajo me dio licencia, me dijo que haga terapia, dice que los dolores del pecho que me tienen tan asustada, son angustia”. También, “me duele la cabeza, respiro mal, siento que estoy muy presionada y que me voy a morir en cualquier momento”. No menos frecuente: “Vengo para volver a disfrutar, yo antes era distinta. Me dedico siempre a otros y me olvido de mí, me siento como vacía”.

Todas estas palabras se escuchan diariamente en nuestros consultorios, donde no intentamos tapar sufrimiento con pastillas. Cada sujeto es único y está atravesado por una historia particular que lo posiciona en su propio lugar sufriente, un lugar que a cambio le brinda identidad. Pero el precio es demasiado alto, esa falsa identidad se cotiza cara. Y en la medida en que no hagamos nada, cada vez demanda más sufrimiento, más sacrificio, más dolor. Hasta que llega un momento bisagra, cuando decidimos pedir ayuda, descubrimos que queremos vivir mejor.  

Ahí es cuando los pacientes vienen a consulta, ya no quieren soportar el mismo sufrimiento, algo hay que cambiar. Dejar de pagar con el cuerpo, los dolores físicos, los temores, inhibiciones o el aislamiento social, incluso la apatía; todos síntomas que sólo se han venido incrementando con el devenir del tiempo.  

En nuestro espacio, son síntomas que significan algo, los invitamos a hablar, a comenzar a tejer palabras para tanto dolor que nos habita. Y encuentro tras encuentro, se va armando el entramado inconsciente que, como un buen lienzo, articula unos hilos con otros, y van armando un cuadro completo que hasta ese momento nos era desconocido, invisible.  

Trama que se despliega entre las palabras, los fallidos, los recuerdos olvidados y los sueños que nos sorprenden, que nos dejan pensando. Entonces, el cuadro toma color, y comienza a cambiar: el dolor empieza a dejar paso a las preguntas, “yo no sé por qué, pero ahora me doy cuenta que eso también le pasaba a mi mamá, muchas veces la vi de chica llorando sin parar”. Llega la pregunta que nos involucra, “¿de dónde viene mi angustia?, no sé hasta dónde es mía o de otros”, o “¿cómo hago para no repetir la misma historia con mis hijos, que ellos no pasen el día de mañana lo que yo ahora estoy pasando? Quiero dejar de repetir”.  

Así comenzamos a descubrir posiciones enquistadas, repeticiones que actuábamos sin siquiera saberlo, se empieza a abrir camino el propio deseo. De a poco, empezamos a recuperar aquellos objetos, actividades, quehaceres que quedaron relegados y que involucran íntimamente nuestro deseo. Algo se pone en marcha, deja de causar tanto dolor para encontrar alivio. Nos ponemos a producir, y de manera más placentera. 

Por supuesto que esto no es magia. Es fruto del trabajo entre dos: paciente y analista, en el tejido diario con las palabras en el consultorio. Cada vez, la trama se hila distinta, se componen infinidad de facetas diferentes. Los analistas de la red de ABSIS entendemos nuestro quehacer como una experiencia única en cada caso. Única porque cada paciente es único, pero también lo es cada analista, y lo que se produce en cada sesión.  

Somos un grupo de profesionales que, con la misma formación universitaria y hospitalaria, con diversos pero múltiples recorridos académicos y clínicos, nos sentimos atravesados por prácticas similares, las mismas respuestas, y una misma ética: la ética del deseo. Para dejar de repetir, encontrar sentidos al sufrimiento y cambiar de lugar, emprender esta aventura donde el final del camino es el encuentro con lo más auténtico de uno mismo.   

Lic. Carolina Jones

Coordinadora ABSIS,

Psicoanalistas en red.

4864-6882