Debilidad que encubre omnipotencia

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Jacques Lacan: “La muerte está dentro del dominio de la fe, hacen bien en creer que van a morir, por supuesto. Eso les da fuerzas, si no lo creyeran así, ¿podrían soportar la vida que llevan? Si no estuvieran sólidamente apoyados en la certeza de que hay un fin, ¿acaso podrían soportar esta historia?” 

La conciencia de finitud, nos motiva a vivir.

Aquellas personas que presentan rodeos mentales, postergaciones, formas histéricas de la conducta, tendencia a la depresión, a quedarse en una decodificación desesperanzada de la vida; aquellos que en vez de dejarse inundar por los deseos que lanza o ensaya su corazón, juegan a especular con sus conductas la reacción de los otros (a quienes quieren ubicar en el lugar que les conviene en cada momento, antes de que los lleven a sentir sensaciones placenteras y/o incómodas que temen no poder manejar), creen - aunque no lo sepan - que son inmortales. Si tuvieran conciencia de la muerte, se lanzarían al amor, a las vivencias de sus pasiones compartidas en el aquí y el ahora, sin que importe demasiado los resultados.

 

Quienes viven sabiéndose mortales buscan ser testigos de su propia trascendencia, aprovechando la oportunidad de vivir la experiencia de ser en cada acto en relación amorosa con otros, siendo parte del cosmos y sus leyes manifestándose a cada momento.  

 

Vivimos en la era de la sensibilidad defensiva. Muchos se muestran débiles y uno puede ver, más que en cualquier sufriente auténtico, cierto regodeo en su angustia. Encubren un sentimiento de omnipotencia por el cual no asumen la muerte, y actúan como si sus pensamientos y temores, sus perversiones a veces atenuadas por el amor que pudieron recibir a tiempo (es decir, por un "azar causal" aunque cueste reconocerlo), les permitiera conducir y reconducir la vida a su antojo.

La planificación y moderación excesiva es negación del presente, es negación de la necesidad de amor. El tiempo de decir, amar, buscar, encontrar, hacer, deshacer, levantarse y recomenzar es ahora. No me refiero a concretar grandes proyectos, me refiero a la forma del hacer cotidiano que puede acompañar de la mejor manera los emprendimientos que podamos tener.

El momento ideal está en el plano de las ideas. El momento real es este donde tenemos la posibilidad de tocar, abrazar, sentir, comunicar y dejarse comunicar en palabras y gestos.

Estamos a tiempo a la vez que en tiempo de descuento; al menos para esta dimensión de la vida si es que a la vez quieren creer en otras. Si las hubiera, de todos modos, no tendremos los registros de lo que pudimos hacer acá.

Bienvenidos a la jungla del hoy que es nuestro paraíso posible; o viceversa, lo misma da. 

 

Hacemos bien en apostar a la vida creyendo en la muerte.