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Vie, Abr

¿El resentimiento puede manejarse para que no nos afecte?

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El resentimiento es una emoción que surge a partir de vivenciar algo como injusto. Por no resolver esta situación, la persona quedará sometida a ese sentir, no pudiendo desprenderse del malestar que le genera, el cual, debido a la disconformidad e ira que le produjo alguien o algo, queda como pegado a quien lo padece y se siente víctima, ya  que no pudo resolverlo a  su favor.

Quien se resiente, tiene un padecimiento, un sufrimiento por el daño que siente que le han causado. Buscaría entonces, de alguna manera castigar al culpable mediante actitudes y acciones hostiles y desagradables.

El resentimiento se adhiere al individuo, mientras no lo resuelve. Acompaña a la persona durante mucho tiempo. Incluso puede llegar a familiarizarse de tal forma con ese sentir que hasta puede que no reconozca ni acepte que está resentida.

En  casos más agudos llega a transformase en un rencor profundo, no permitiendo que la persona crezca y avance, permaneciendo en el anclaje de esta emoción: “¡No le daré el divorcio nunca!”, este mensaje ejemplifica cómo alguien puede quedar estancada, atada a su pasado.

Este sentimiento afecta a la persona y cuando se instala por largo tiempo, también a su vida vincular. Al creer que es víctima de algo o alguien y culpar a otro, por un lado le da la tranquilidad de ser inocente, pero por el otro, resulta altamente engañoso ya que al mismo tiempo lo inhabilita para gestar un cambio positivo.

¿Cómo desactivar este circuito vicioso?

Quien se resiente, generalmente, queda atrapada entre su juicio de valor respecto a la otra persona, los hechos puntales que detonaron este malestar, y como se ve a sí misma en ese inter-juego.

Por otro lado, el reconocer que se encuentra resentida implicaría empezar a correrse del lugar de víctima, asumirse y responsabilizarse de sus acciones futuras. Con este pensamiento comenzaría a aliviar esta emoción que aparece tan enquistada.

Es posible la rehabilitación  del re-sentir a partir de perdonar, en algunos casos, de soltar en otros, entendiendo que hay cosas que suceden, buenas o malas. Que un acontecimiento no es determinante de toda nuestra vida y mucho menos de nuestro ser.

Separar los hechos del enjuiciamiento que hacemos hacia quien nos ha agraviado, significaría también un avance importante en ese proceso. Entender que lo ocurrido pudo, o no, tener que ver con lo que suponemos, que en el lugar que nos hemos colocado, sin quererlo, nos cerramos a la búsqueda de respuestas más certeras. Comprender que hemos abrazado al enojo, sin dar lugar a revisar el por qué y sus consecuencias, serán aspectos que se sumen a nuestro beneficio.

Darnos cuenta que si habitualmente nos victimizamos, ello también tiene que ver con nuestra propia inseguridad, con la falta de confianza en nosotras. Eso también nos genera un enojo más encubierto porque es con nuestra persona, porque nos sentimos incapaces.

Reconocer, aceptar, perdonar, soltar, son palabras que encierran verdaderos procesos de crecimiento y maduración en sí mismas.

Algunas veces podemos llegar tan sólo a darnos cuenta, sin saber cómo seguir, en ese caso, buscar ayuda profesional será muy favorable.

Dejar de re-sentirnos, es sentir menos el dolor, y sentir más que podemos con lo que nos sucede y que nos fortalecemos cuando sufrimos en el camino.

Sentirnos bien es un derecho que adquirimos al nacer y se sostiene con el compromiso de trabajar para logarlo.