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Mar, Abr

Una mirada especial del Día de la Primavera

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 Perfumado con aire moderno, vuelve otro 21 de septiembre y con él, a explotar los verdes y las flores. Grita exultante el amarillo de las margaritas, llama a la pasión el rojo de los claveles, las rosas se esmeran para bailar mejor la danza de la vida, el color esperanza de las hojas se abrillantan más para estar al tono, y las aves ensayan una vez más su mejor trino. 

 

Y ahora, como me pasó alguna vez a mí, le toca a mi hija adolescente sentir y vibrar la emoción de la más linda de las previas, la ansiosa espera del día de la primavera y festejar el día del estudiante con amigos.

Ella me arrebata el rubor para disimular el acné que su edad le impone y me pide consejo para ver qué sombra le puede iluminar los ojos; yo le explico que no es necesario, que es mejor su brillo propio con que la vida le bautiza la mirada de señorita. Pero no hay caso, quiere estar a tono con el renacer particular de esta altura del año y yo sé que está más a tono que nunca, porque está creciendo y brotando a todo fulgor.

Aquí estoy para enseñarle que a la alegría de las cosas grandes y pequeñas hay que defenderla a capa y espada. Y cierro los ojos y compruebo, a base de experiencia, la mística frase que alguien dijo alguna vez: hay un tiempo para todo: “un tiempo para plantar, un tiempo para germinar y un tiempo para cosechar”. 

Así que en esta primavera veo el batir de sus alas, revoloteando en vuelos bajos de carreteo. Y mientras tanto, lo más amorosamente que puedo, la acompaño, mientras sus ojos me hacen acordar a los míos cuando me preparaba para festejar el 21 de septiembre, el día de la primavera y el día del estudiante. 

Pero hoy, hoy, le toca a ella, mi querida mujercita, y lo disfruto y revivo a través suyo con la mayor felicidad que una madre puede tener de ver crecer a su pimpollo.